Diario de León

Antonio Manilla

Tiempo de semicosas

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No sé a usted, pero a mí me viene rondando desde agosto esta pregunta: ¿qué es un semipeatón? La traicionera actuación estival, cuando la ciudad se dedica a repoblar los pueblos y los barrios a ensayar su siesta anual bajo el fragor del sol que despuebla sus calles, esa decisión del alcalde entrante de cerrar a los vehículos que no sean públicos la que hasta ahora era la principal vía comercial de León, reconozco que es la causa principal de que uno se plantease una cuestión tan extraña. Admito que no he llegado aún a una definición concluyente, aunque sí he logrado comprender lo que son una promesa semicumplida y una semicalle mayor. Incluso me he enterado de que el plan 2030 que justifica la furtiva restricción del tráfico tiene como áreas prioritarias de actuación la prevención y lucha contra la pobreza, la desigualdad y la exclusión social, la igualdad de oportunidades y el desarrollo sostenible. Ahí uno ya lo entendió todo mucho mejor.

Recordemos que la calle Ordoño ya se presentaba a los apreciados usuarios del Ave con unas aceras tan anchas como las de la Gran Vía madrileña, cuando León todavía no era ni de lejos «una ciudad de más de un millón de cadáveres», que dijo Dámaso Alonso de la capital en los cuarenta. Con una calzada que se cruzaba con cuatro zancadas, no precisamente agobiada por la circulación. Sin demasiados oasis sombreados porque al fin y al cabo estaba diseñada para el paseo y el escaparate. Una calle comercial y provinciana de toda la vida, con el horizonte de la Diputación y una de las torres de la catedral, a un lado, atrayendo con su imán las miradas y los pasos del viajero. Si se echaba la vista en el otro sentido, el brazo de Guzmán señalaba a los que no les gustase León el lugar donde estaba la estación.

Ahora todo ese espacio, entre la estación ferroviaria y la catedral, se quiere que sea un solo eje paseante. Uno se huele que a dos grados, aunque sean sobre cero, no va a ser una opción peatonal mayoritaria. 

Los trabajadores del centro, que ya habían sido agraciados con una amplia zona azul, impuesto de aparcamiento indirecto distinto al de circulación, deben de estar que aplauden con las orejas. Bueno, ellos y cualquiera que pretenda acudir a comprar al centro sin porteadores de bolsas, oficio emergente y sostenible donde los haya.

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