Diario de León

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De la saliva de los perros de Pavlov a los «recomendado para ti» de los «pop-ups» que aparecen en sus redes sociales hay más de un siglo de experimentos inductivos. Un porrón de estudios para fomentar el determinismo, sobre todo en materia de consumo, de lo que usted necesita y no necesita, aquello con lo que tiene que hacerse de inmediato mediante el imperioso mandato de un clic sobre su móvil.

Si antes nada más se promovían las compras compulsivas mediante la disposición estratégica de artículos blancos junto a las cajas de los supermercados, ahora se estudian sus movimientos en internet y lo que habla para realizarle ofertas personalizadas. Así que cuidado con lo que dice, aunque crea estar solo: hay una máquina que le está escuchando y traduce en órdenes todos sus deseos. Puede parecer algo muy bonito, pero si, en el trance de pillarse un dedo con un cajón, se le ocurre expresar en alto el exabrupto más común de nuestra lengua, prepárese para ser inundado con proposiciones deshonestas de nínfulas caucásicas y saludos de «maduritas cerca de ti» durante un par de meses como mínimo. Y todo esto sin entrar en la propaganda subliminal, ya saben, imágenes que no percibimos conscientemente incrustadas entre las que sí: usted está contemplando un decoroso videoclip de perreo pero pueden estar vendiéndole a su subconsciente que en las próximas municipales vote a Don Gil de las Calzadas Verdes.

A cambio de estos peligros, la tecnología del instante que es la red nos proporciona un aceptable caudal de propuestas para entretener vísperas y esperas, los intermedios en las series y el colapso habitual de las webs de gestiones oficiales. Jueguecillos y tronchantes memes, comadreos increíbles, composiciones de muy vario pelaje en las cuales uno de sus atractivos es que nunca se sabe hasta qué punto son ciertas. Una de las últimas es un vídeo sobre el ciclista retirado Lance Amstrong, ganador de varios tours que se le arrebataron cuando se demostró que iba dopado hasta las cachas. En él han montado imágenes de un sinfín de ocasiones en que el deportista repetía cierto gesto y le han añadido la «teoría» de que el campeón activaba un motor oculto en su bicicleta cuando se tocaba una nalga. Tan científico, más o menos, como la psicología de su móvil. Y es que, si es por eso, Rafa Nadal debe de llevar un cohete bajo los calzones.

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