Diario de León

Antonio Manilla

Un ideal perfumado

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No me gusta la política, pero me gustan aún menos los políticos, como a la mayoría. Aun así, en una columna, a veces no queda más remedio que hablar de ciertos asuntos. Hay quienes sostienen que, de refilón o tangencialmente, todo es política. También existen escuelas historiográficas que consideran que todo es economía, hasta los amoríos de Napoleón con Josefina. Uno no cree en maximalismos desde hace muchos lustros, pero es que en los últimos tiempos, igual estoy equivocado, me parece detectar un espejismo bastante grave en nuestra política y en el que parecen sentirse a gusto todos los partidos. Será por interés o por salvaguardar esa concepción jovial y mediterránea de nuestra democracia a la que nos están acostumbrando, no lo sé, pero me parece que las ideas de los políticos y las de los ciudadanos difieren demasiado en un punto crucial.

No me refiero a lo más evidente, la omnipresente confusión entre nación y patria, de las que Mauricio Wiesenthal en su ensayo sobre la «hispanibundia» dejó unas definiciones perfectas: feudo territorial la primera y un ideal perdurable de coexistencia, la segunda, sino al ideal perfumado de convivencia en libertad que maneja nuestra clase dirigente. Y es que nada resulta ser más falso, porque la libertad huele, suda en su ejercicio, se desgasta y agota, es una obrera que sale cada día a la calle a ganarse el pan con honradez y esfuerzo, que construye un país con empuje y denuedo, aunque casi siempre sea muda. La otra, la que manejan los políticos, es teórica y charlatana: una libertad especulativa que se formula desde un despacho o un gabinete, pisando el mullido de las alfombras y las moquetas de los palacios. Hay quien gobierna sin saber el precio de un café con leche pero nos dice qué es exactamente lo que necesitamos.

La verdadera libertad no es la de las grandes ocasiones, la de las soflamas ni la que da ruedas de prensa, sino la del que día a día lleva a su casa el pan con el sudor de su frente, como hacían esos 351 trabajadores de LM ahora abocados al paro. La libertad perfumada, esa que esgrimen los políticos, es una entelequia alejada de la realidad de la calle. Así ocurre que legislan minusquerías, discuten bizantinamente por un quítame allá esas pajas y, mientras tanto, lo único que pasa es el tiempo. Ese agrio triunfo de la burguesía.

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