Diario de León

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«Los mineros salieron de la mina/ remontando sus ruinas venideras», escribió César Vallejo. De esos versos del poeta peruano se ha acordado uno al conocer el proyecto de tres parques eólicos que se cocinan para la montaña central leonesa, un conocimiento que lo hemos confirmado gracias a la iniciativa de un senador valenciano, que inquirió sobre ellos. Los planes, presentados no con secreto pero sí con mucha tierra de por medio, fueron hechos públicos nada menos que en Albacete, en mayo. No consta presencia de los habitantes de las zonas implicadas, de los políticos locales ni de nuestros diputados nacionales. Poco más que decir. Si la memoria me ha llevado hasta la salida de los mineros de los pozos es porque de aquellos polvos vienen ahora estos lodos. La transición energética —una transición asimétrica, a la que España se lanzó de cabeza— exigió el cierre de minas y centrales térmicas y su sustitución por lo que han llamado energías verdes. El regalo envenenado de unas torretas de más altura que tres catedrales y con unas palas descomunales son la presunta compensación a las comarcas descarbonizadas.

Si la opacidad con que se ha movido todo este asunto no fuera suficiente para inferir espurios intereses económicos, ajenos al destrozo medio ambiental, la lectura del proyecto confirma su condición de regalo envenenado: ingresos para los pueblos, a cambio de sembrar gigantes, y muy pocos puestos de trabajo. Pan para hoy y hambre para mañana, porque lo que viene es un deterioro paisajístico, turístico y faunístico, por lo demás inconcebible en zonas que en buena parte son reservas de la Biosfera.

No deja de ser curiosa la extraña propensión que existe en León a vivir del aire. La presunta escuela de pilotos, la desaparecida fábrica de Vestas, los drones militares en entredicho y ahora las promesas de una energía limpia que solo lo es para los que creen que la carne sale de las bandejas de los supermercados. Si se quieren crear puestos de trabajo en las zonas afectadas por el cierre de la minería, en cumplimiento de una progresista Estrategia de Transición Justa, que aterrice una fábrica de aerogeneradores como la que voló de Villadangos del Páramo, llevándose 370 puestos de trabajo a India y China. Las únicas renovables que conocemos en la montaña son las amenazas: llámense pantano o llámense molinos de viento. Estamos hartos de buenas noticias ajenas, hartos de ruinas venideras.

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