Diario de León

Arturo Pereira

Guardias civiles y policías en la balsa de la medusa

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Supongo que los guardias civiles y policías nacionales destinados en Cataluña, quienes has sufrido una afrenta más por parte de aquellos que los consideran subhumanos, deben sentirse como los náufragos de la fragata Medusa que se vieron solos, abandonados y desesperados en unos troncos y vela a modo de balsa.

No hay epítetos suficientemente precisos para definir la conducta de las autoridades competentes de Cataluña, para calificar la decisión de no vacunar o ralentizar la vacunación frente a la covid de los servidores del Estado que es lo mismo que decir de los servidores de todos los españoles, incluidos los catalanes. No obstante, la falta de la más mínima humanidad de estas personas queda absolutamente patente, así como su mezquindad.

¿Cómo es posible que se haya llegado a tal grado de injusticia? No es compatible con la salud de estos servidores públicos ni con la del Estado de Derecho que ocurran y se toleren estas lamentables y crueles acciones. Las democracias son más débiles en la medida que toleran las injusticias.

No debe ser fácil sentir que a tu trabajo policial de dar seguridad, articular la convivencia de la sociedad y servirla, unas autoridades segregacionistas responden con la indolencia por tu salud marginándote y excluyéndote de las listas de vacunación. Cualquier persona de bien no aceptará que se use el criterio de ser policía nacional o guardia civil para hacer una lista a modo de gueto.

No hay diferencia entre los integrantes de los distintos cuerpos policiales españoles más allá de los uniformes. Si los despojamos de ellos podremos apreciar que todos son humanos, son personas, con sus defectos y virtudes, pero que podrían intercalar sus uniformes y no saber cual es su Cuerpo de origen. Esta explicación sirve para mentes normales, no para aquellos que diferencian entre nosotros y ellos.

Esa diferenciación binaria lleva, en la cabeza de los separatistas, a una traducción de amigo-enemigo. Para ellos, al enemigo no hay que vacunarlo. Bien, frente a esta actitud no cabe otra respuesta que el cumplimiento de la ley. Para este cumplimiento de la ley, el Estado tiene sus recursos y debe hacerlos valer. Y los debe hacer valer en su propio interés llamando al orden a quienes de forma deliberada han creado una situación perversa.

En tiempos de pandemia sale lo mejor y peor de nosotros mismos. De los guardias y policías destinados en Cataluña, como del resto de fuerzas y cuerpos de seguridad, de todos, ha salido lo mejor, ayudando en todo lo que se puede. No es el caso de aquellos que, en Cataluña, quieren dejar tirados a los que día a día contribuyen a la paz y seguridad en este territorio histórico nacional.

Es tan fácil hacer el bien como hacer el mal, es una cuestión de opciones. En esta falacia de amigo-enemigo ya conocemos la elección de cada uno. No me gustaría depender para nada de estas personas ruines. Pero, al fin y al cabo esta consideración no tiene más relevancia que en el ámbito personal, lo grave es que el considerar como enemigo al que no es de los suyos, puede iniciar una cadena sin fin de candidatos a la segregación y por tanto a ser víctimas de su discrecionalidad irracional carente de humanidad.

En todas las pandemias a lo largo de la historia, han aparecido personajes que destacaron por su maldad y se aprovecharon del sufrimiento e incluso de la muerte de sus vecinos. Unos para quedarse con joyas, otros para apropiarse de sus tierras, en fin, de todo hubo. Ahora ya sabemos quienes han inspirado a los responsables de no vacunar a guardias civiles y policías nacionales en Cataluña.

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