EDITORIAL | Efectos electorales de la despoblación que precisan un mejor sistema
El dato de que más de un millar de pueblos de León no tendrán mesa electoral es preocupante. Se complica la posibilidad de ejercer su derecho al voto a muchas personas, especialmente mayores, en una provincia con especiales complicaciones para desplazarse por su orografía y con un envejecimiento poblacional que en este 10 de noviembre, ya bien entrado el otoño, puede disparar la abstención el domingo. La queja es entendible y aunque existe al menos una mesa por municipio lo cierto es que la extensión de algunos genera notables distancias kilométricas para poder ir a votar.
En pleno debate sobre la despoblación quizá sería interesante revisar el sistema para buscar fórmulas, incluso de itinerancia, con fórmulas que garanticen la seguridad de los sufragios para acercar a más pueblos las urnas. Ahora, si la situación política se estabiliza como parece lo razonable, habrá un amplio margen de tiempo hasta las próximas elecciones locales o generales que deberían ser en 2023. Todo apunta a que para esa fecha el descenso de población en los pueblos será aún más acuciado. Hay tiempo para replantearse las cosas y facilitar fórmulas para acercar a los ciudadanos del mundo rural a las urnas o viceversa. Lo cierto es que el problema es conocido y no parece que se haya hecho mucho para evitarlo.
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