EDITORIAL | Una exhumación necesaria, quizá inoportuna, que debe zanjar cosas

Este 24 de octubre formará parte de la historia de España. Han sido necesarios casi 44 años para que el cuerpo de Francisco Franco salga del Valle de los Caídos. Un lugar que promovió con un afán megalómano propio de los dictadores, pero que no eligió como sepultura. Durante décadas se ha convertido en un símbolo de una etapa que lamentablemente sigue marcando nuestro presente, quizás porque los españoles no hemos sabido darle el necesario carpetazo dando respuesta adecuada a las demandas que aún se plantean.  

Sacar a Franco quizá no sea tan importante como nos dicen, ni tampoco urgente, aunque sí necesario. Pero queda la duda sobre hasta qué punto la ciudadanía está preocupada a estas alturas por asuntos como éste. En los medios de comunicación peleamos a diario para discernir la relevancia de las cosas más allá de esas minorías muy ruidosas que pueden confundir —como se ha hecho patente estos días en Cataluña o en las últimas horas en León con el supuesto problema que se aseguraba que existía en Asprona— y que pueden engañarnos sobre dónde están los intereses reales de la ciudadanía.  

Si hoy se cerrase algo, como se asegura desde el Gobierno, sería un gran paso para todos. Pero ni los nostálgicos están dispuestos a renunciar a defender a un personaje que no respetó los derechos humanos. Ni sus detractores aceptan una lectura profesional de los historiadores que sirva para poner las cosas de verdad en su sitio. Y todo ello aderezado con un permanente ‘tufillo’ político que no es precisamente la mejor fórmula para poner una losa definitiva a lo ocurrido en un siglo XX que afortunadamente para España nada que tiene que ver con lo que estamos viviendo en el XXI.  

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