Diario de León

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David Díez Llamas | Sociólogo

Les voy a contar una historia que es real y tiene como fondo una gran tragedia. Les conmino que a medida que la vayan leyendo intenten adivinar el lugar en el que se desarrolla. En la capital de ese país se produce un atentado con coche bomba. Una operaria de la policía pasa información relevante del terrorista y la pone en un post-it a su jefa. Sin embargo a ese pos-it nadie le presta atención. Cuando por fin alguien se da cuenta de ese pos-it, sin embargo, el sistema que tiene la policía no permite hacer envíos masivos, inmediatos y urgentes. Como consecuencia de ello nadie da aviso de cerrar las carreteras. Un policía que llega a ver ese aviso se lo pasa a otros tres compañeros pero estos no le dan importancia y siguen con sus tareas de tipo administrativo.  

El tema tiene toda su trascendencia por cuanto aquel que ha puesto la bomba en la capital, tiene planeado trasladarse a una isla a treinta y nueve kilómetros para continuar matando.  

Cuando el asesino en cuestión llega a la isla, empieza a matar de forma indiscriminada. El sistema de alerta de la policía lleva a redirigir las llamadas a la centralita más próxima. Esto supone que cuando la población civil llama alertando de ese grave episodio esa centralita se atasca.  

Los treinta y nueve kilkómetros que distan de la capital al lugar de los hechos serían fácilmente accesibles mediante un helicóptero. La policía de hecho lo tiene pero todos sus pilotos están de vacaciones y no hay nadie para pilotarlos. Cuando uno de esos pilotos, consciente de la importancia de los acontecimientos, llama solicitando incorporarse al servicio para prestar su colaboración, le dicen que no hace falta.  

Al alcanzar la policía con sus coches al lugar más próximo a la isla resulta que la embarcación para llegar no puede usarse por cuanto hay que inflarla antes y repostar el combustible. Los bomberos ofrecen a la policía su lancha pero estos le dicen que no hace falta. Cuando tratan de rectificar y acuden a los bomberos para demandarles su lancha resulta que no pueden hablar con ellos por cuanto están llamando a un número equivocado.  

Por su parte los equipos especializados no tienen embarcación propia y esperan que se la puedan dejar los policías. Entre ellos tienen problemas de comunicación por cuanto unos utilizan líneas analógicas y otros digitales. Ello dificulta que puedan establecer una acción conjunta. La consecuencia es que fijan un punto de encuentro a tres kilómetros cuando lo podían haber hecho a 600 metros.  

Por fin diez personas del cuerpo especializado se meten en una embarcación con todo su equipo táctico, con cascos y escudos. Sin embargo con tanto peso el motor pierde fuerza y a 100 metros de la isla la embarcación hace agua y termina hundiéndose. Al rescate acuden dos embarcaciones civiles. Ello hace posible que arriben a la isla al repartir ese peso entre las dos embarcaciones. Cuando los policías llegan a la isla reciben la orden de «observar y esperar». Con ello la matanza continúa. No dejan acercarse a las ambulancias a la orilla para socorrer a las víctimas.  

La policía detiene a un chico de 17 años por cuanto «está muy tranquilo ante la matanza». Lo que no sabían en ese momento es que procedía de Chechenia y para su desgracia ya había presenciado bastantes acontecimientos trágicos.  

¿Ya han hecho suficientes cábalas del suceso que estamos relatando? Para aquellos que saben de lo que estamos hablando y para los que no aciertan el lugar, se lo vamos a revelar. Se trata de los sucesos que ocurrieron en Noruega, en Oslo y en la isla de Utoya. En total hubo sesenta y nuevemuertos y lo más terrible es con unos mínimos de eficacia en la labor policial probablemente al menos veinte se pudieran haber evitado (como se reconoce en el propio informe elaborado a petición del parlamento de ese país).  

Sin embargo, en la perspectiva de la ciudadanía tenemos la imagen de Noruega como la de un país con un alto nivel de eficacia en el desarrollo de las distintas funciones. Imagen que contrasta con la que los españoles tenemos de España hasta el punto que hemos creado distintas palabras que tienen un contenido plenamente negativo, como es la chapuza nacional, la españolada… Probablemente sea mejor la imagen que tengan otros ciudadanos europeos de España, de la que tengamos los propios españoles.  

Si esta cadena de absolutos despropósitos con consecuencias gravísimas de pérdida de vidas se hubiera desarrollado en España, me imagino la polvareda que se hubiera generado y no ya contra el funcionamiento de las instituciones, sino también contra la propia imagen del país. Debo decir que mi conocimiento de estos hechos viene de la lectura del libro de Andoni Unzalu «momentos estelares de la historia del socialismo»(que por cierto recomiendo) y se fundamenta en el propio informe del parlamento noruego. Creo que en demasiadas ocasiones el español actúa con un cierto complejo de inferioridad frente a lo que ocurre fuera. Este artículo pretende hacer ver que «las chapuzas nacionales» se dan en muchos sitios, vamos… «hasta en Noruega».

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