Editorial | La matrícula de los colegios es un claro síntoma del peligroso envejecimiento

El llamado suicidio demográfico en el que se ha ido sumiendo España en las últimas décadas toca fondo en estos momentos y el relevo sólo se cubre de manera parcial gracias a la inmigración. Y es parcial esa compensación tanto en lo numérico como en lo territorial. El problema de las pensiones es quizá el efecto más llamativo y preocupante para la sociedad. Pero todo esto tiene muchos frentes y muchos flecos, con diversos efectos diferidos que se ponen de manifiesto como consecuencia de la pirámide poblacional totalmente alejada de unos mínimos parámetros de sostenibilidad.

En la provincia de León, la generación que inicia este año la escolarización ni siquiera alcanza los 3.000 niños. Datos terribles que claman por soluciones globales, esas que ahora se aventuran dentro de las respuestas al reto poblacional y a la llamada España Vaciada. Cada año se cierran aulas, especialmente en el mundo rural, aunque lo cierto es que el número global de profesores aún se sostiene gracias a las generaciones con más efectivos que están en cursos de Secundaria, Bachiller o FP. Pero la tendencia imparable es un claro síntoma de que las cosas no pueden seguir así en la provincia, y en general en la Comunidad, y en esa España alejada de los ejes que se potencian para desarrollarlos. En 2019 León registró menos partos que nunca en décadas. Somos menos y más viejos.