Diario de León

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Imagínese que pasea por el monte y de repente cae por un agujero. Una larga chimenea de treinta y cinco metros de profundidad, con tramos de caída inclinados y verticales. Imagínese que llega vivo al fondo y descubre que no se puede respirar. Apenas hay oxígeno ahí abajo.

 ¿Se lo imagina?

Empezará usted a gritar, claro. Pero le gusta pasear solo por el monte, entre matas de roble y brezo y pinos altos de repoblación. Le gusta la soledad de esos parajes del Bierzo Alto porque puede pensar con claridad, tomarse la vida con un poco más de calma y cuando vuelve a casa lo hace renovado. 

Así que ha caído por un agujero, recuérdelo. Y no hay nadie en la boca de la chimenea que le escuche. 

Pasarán unas horas antes de que alguien le eche de menos. Su pareja, sus hijos quizá, sus padres, sus compañeros de trabajo al día siguiente, que es laboral. 

Si no tiene usted suerte, morirá en el fondo de ese agujero mientras lo buscan en otra parte. O quizá se movilicen las televisiones y los bomberos y desplieguen un operativo de rescate cuando se den cuenta de que ha desaparecido usted por la chimenea de una mina abandonada, de una explotación de carbón sin señalizar, con la boca abierta al cielo convertida en una trampa mortal. Con suerte le sacarán a usted vivo, desfallecido, agradecido por la pericia de los bomberos, que se han descolgado con botellas de oxígeno para sacarle de allí.

No es difícil de imaginar, porque el Bierzo Alto está lleno de agujeros. Son las úlceras que deja el carbón después de un siglo de actividad minera. Los antiguos dueños de las explotaciones cerradas no se han preocupado de advertir del peligro. La Junta no se molesta ni en contar los agujeros, son tantos, me dicen, como los arcos que sostienen las galerías de las minas. Son tantos que en el último año ya han caído tres perros de caza, tres animales rescatados ilesos por los bomberos de Ponferrada, que saben lo que hacen.

Pero cualquier día caerá una persona Un cazador en busca de sus perros. Un senderista. Un solitario como usted, que busca un poco de paz en la naturaleza, y en una mala pisada se ha precipitado por la chimenea de una vieja mina abandonada. Y entonces sí, abrirá usted todos los telediarios.

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