Diario de León

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Me lloran los ojos. Piso la calle por la mañana, levanto la cabeza y el cielo amarillo, la nube de arena soliviantada por el viento procedente del norte de África que estos días cubre por completo la Península Ibérica, desde Algeciras a Bilbao, desde Lisboa a Cerdanyola, se extiende sobre la capital del Bierzo.

Un inmensa polvareda envuelve Ponferrada en una atmósfera inquietante. Parece que estemos en Marte. O en aquella ciudad de Las Vegas consumida por la radicación que aparecía en mitad de la película Blade Runner 2049 , la segunda parte del oscuro clásico de ciencia ficción de Ridley Scott.

Estamos en Marte, sí. Estamos en pandemia. Estamos en guerra. Nos llegan imágenes de destrucción y de muerte. De mujeres embarazadas en una maternidad bombardeada. De ataques de drones, edificios quemados, escombros, asedios, amenazas, el fracaso del diálogo y la diplomacia. Ucrania.

Estamos en el planeta rojo. En un sueño de Ray Bradbury. Ha vuelto la Guerra Fría. Las armas de destrucción masiva que nadie encuentra. La disuasión nuclear; qué estúpida forma de defenderse.

Ha vuelto la propaganda. La censura. La geopolítica. McDonald’s se ha ido de Rusia. Starbucks también. Y nos llegan ecos de tiranía de un loco, o de un enfermo que ha puesto patas arriba el orden surgido del desastre de la Segunda Guerra Mundial; un hombre anclado a una idea de grandeza muy turbia y muy peligrosa, muy trasnochada. Muy antigua.

Estamos en otro planeta, seguro. Este no lo reconozco. Hemos vuelto a la crisis del petróleo. Sube la cesta de la compra, contagiada por el desasosiego internacional y la dependencia energética del gas ruso. Vivimos entre el temor al desabastecimiento y la acción de los mandarines de la especulación; pescadores que obtienen ganancia en río revuelto.

Y de repente, el viento del desierto nos llena el cielo con la arena del Sáhara. Una borrasca nos acerca el polvo de África a nuestras casas. Menuda metáfora. Y hay quién piensa que después de la pandemia, después del volcán de La Palma, después de la guerra de Putin en Ucrania, solo nos queda una plaga de langostas para vivir en un tiempo bíblico.

Al próximo que me hable de Nostradamus, prometo que le muerdo.

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