Diario de León

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Las llamas alcanzaron los cincuenta metros de altura en el incendio de Valleseco. Doce mil hectáreas quemadas en el momento de escribir estas líneas, la mayor parte del Parque Nacional de Tamadaba en la isla de Gran Canaria, hasta donde han volado dieciocho bomberos forestales de Tabuyo del Monte para colaborar junto a la Unidad Militar de Emergencias en los intentos de contener el fuego.  

Los pinos de veinticinco metros de altura han sido el alimento perfecto para las llamas, contaba esta semana el jefe de Protección Civil de Canarias, Florencio López. El incendio, espantoso, se ha extendido por los montes de la isla hasta alcanzar los ochenta kilómetros de perímetro. Nueve mil personas han sido evacuadas y setecientas de ellas se han alojado en albergues. Cuando usted lea estas líneas, con el incendio en fase menguante, la mitad de ellos habrán vuelto a sus casas.  

Mucha gente se ha jugado la vida estos días para contener un fuego que por momentos parecía indomable. Mucha gente de Gran Canaria y de Tenerife, y al final, como ocurre con los brigadistas de Tabuyo, también de la Península. Manos expertas, acostumbradas a enfrentarse al fuego en los montes del Bierzo, de la Cabrera, en los pinares de Castrocontrigo o en los Picos de Europa, para atajar un incendio que, parece un oxímoron, produce escalofríos.  

Las llamas del fuego de Valleseco han afectado a especies endémicas como la Cerraja de don Enrique, una planta de la que apenas quedan un centenar de ejemplares. Y el pinzón azul, un pájaro que vuela sobre los cielos de Canarias, también ha visto amenazado su hábitat. Solo un cambio de los vientos, cuenta Florencio López en El Mundo, ha evitado que el incendio se adentrara en su reserva.  

Pero el fuego, fotografiado vía satélite por la Nasa, no ha tocado al turismo. Los visitantes se alojan en la costa y han visto el humo del incendio desde sus terrazas, o en los televisores. Hay veintiún carreteras cortadas en Gran Canaria. Pero la vida sigue. En cuatro años, la vegetación tapará otra vez la enorme mancha de ceniza. En diez, el ecosistema se habrá recuperado. Y las llamas de cincuenta metros de altura que tanto llaman hoy la atención nos parecerán algo increíble. Los pinos no habrán crecido tanto.

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