Diario de León

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No me dejan de llamar de la compañía eléctrica, la misma que me suministra el gas, para que cambie mi factura en el mercado regulado por un precio fijo. La subida del coste de la energía está causando una verdadera avalancha de ofertas de tarifas planas que, en estos días en los que se alienta de forma irresponsable el temor a sufrir una gran apagón en Europa, nos pueden resultar más baratas a corto plazo, advierten los expertos, pero a la larga nos obligarán a pagar más. Ninguna empresa llama a sus clientes para perder dinero.

Leo que en Madrid han tirado a la basura, literalmente, cien mil vacunas caducadas. Y poco me falta para echarme las manos a la cabeza, con lo que hemos pasado y con la cantidad de personas en países menos afortunados que el nuestro que no pueden inmunizarse contra la Covid 19.

La pandemia no ha acabado aunque la Organización Mundial de la Salud felicite a España por la gestión de la vacunación. Somos uno de los pocos países del mundo que estamos a un paso de lograr la inmunidad de grupo y esa es una realidad que está por encima de la crítica política. Pero las nuevas variantes, más contagiosas; el egoísmo de muchas personas que todavía se niegan a vacunarse; la extensión de los bulos y la plaga del negacionismo, que resultaría ridículo si no hubiera tantos adictos a las teorías de la conspiración que piensan que la enfermedad es un invento; y el descuido y el exceso de confianza, de la que nadie estamos exentos, explican que en estas semanas hayan aumentado los casos de Covid en el Reino Unido o Alemania, y que se hayan disparado en Europa del Este y en Rusia, donde la población es más escéptica.

Hay gente muy dura de mollera, muy tozuda, que solo empieza a creer en el cambio climático, por ejemplo, cuando sufre olas de calor, o lluvias torrenciales, o que solo se da cuenta de que la Covid es real cuando la enfermedad les da un susto.

Leo que las aves africanas huyen a Europa en busca de un clima más templado, empujadas por el aumento de las temperaturas. Y me recuerdan a los canarios que alertaban en la mina de la presencia de grisú. Detrás de los pájaros vendrán las personas, que nadie lo dude, porque hemos envenenado al planeta. Ese es el verdadero gran apagón al que nos enfrentamos. Y ninguna tarifa plana lo arregla.

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