Diario de León

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En los Montes de León, donde el Bierzo se enreda en La Cepeda, entre la maleza y los arbustos, sobre los restos de un antiguo cielo abierto de carbón, sobresalen las piedras de un pueblo que no existe. Es un pueblo fantasma, como la Comala de Pedro Páramo o la Anielle, de La Lluvia amarilla .

Es una aldea borrada del mapa. Un pueblo abandonado. Un caserío de piedra convertido en establo en los años noventa. Dinamitado después por Antracitas de Brañuelas, la empresa minera que explotaba el filón de carbón sobre el que se asentaban las casas para extender el yacimiento a cielo abierto. Una localidad que expiró un día de abril de 2010, cuando el Pleno de Torre del Bierzo aprobó su disolución como entidad legal.

Por eso Santibáñez de Montes es un lugar que solo existe en la memoria. En el recuerdo de sus antiguos pobladores, más allá de los muros caídos que todavía se aprecian en medio de la montaña.

Hay noticia de su existencia en el diccionario geográfico de España que Pascual Madoz redactó a mediados del siglo XIX. Y ya entonces la describía como una localidad situada en un terreno llano en la montaña, a cuatrocientas varas del camino de Astorga a León. Sus habitantes producían granos, legumbres, lino y criaban ganado en los pastos. Tenía veinticuatro casas, veinticinco vecinos y ciento dos almas, buenas aguas potables, un clima bastante sano y una iglesia parroquial dedicada a San Juan Evangelista.

Esta iglesia es la ruina que mejor se ha conservado después de las voladuras de los años noventa. Y los vecinos de la vecina pedanía de Santa Marina de Torre se preocuparon hace unos años de salvar el arco del templo y algunas piedras ornamentales, ante el evidente deterioro del templo. En el cementerio reposan además los restos de un par de difuntos, antiguos pobladores, que murieron recientemente. Aunque el pueblo ya no exista legalmente.

Este fin de semana sonaron las motosierras, las desbrozadoras, el aliento de los voluntarios de Promonumenta y de los vecinos de la zona que están empeñados en recuperar la memoria de Santibáñez haciéndolo parada de una ruta circular de senderismo. La memoria, la emoción, el arraigo, el aliento de los voluntarios, han podido finalmente con las voladuras del carbón.

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