Diario de León

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Pilar Ovalle Perales apenas sale de casa. Ve muy poco a su familia. Y hoy 27 de enero, el día en que se conmemora el Holocausto, no estará en Ponferrada para asistir al homenaje que recibirá su padre, Agustín Ovalle Ovalle, asesinado en el campo de concentración de Mauthausen el 12 de abril de 1942.

A punto de cumplir 83 años, Pilar Ovalle tiene miedo a contagiarse de coronavirus, el viaje desde su domicilio en Barcelona es muy largo, y la edad no lo hace fácil. «Yo ya no lo veré, cariño», me dice por teléfono cuando le hablo del adoquín dorado, de la piedra con la que tropezar ( stolpersteine , en alemán), que van a colocar en el suelo de la plaza del Ayuntamiento de Ponferrada con el nombre de su padre; un vecino de San Juan de la Mata (Arganza) que había luchado en el frente de Asturias con el Ejército Republicano, que se enamoró de su madre en Barcelona, y que con la derrota tuvo que huir a Francia, donde la invasión nazi lo convirtió en un apátrida. Candidato a morir en un campo de exterminio.

Y yo le digo a Pilar Ovalle que se anime a viajar al Bierzo cuando la pandemia se acabe. «Si es que acaba», me responde. «Nací en una época trágica y voy a morir en otra». Pero al final le da otra vuelta al viaje y no descarta venirse a Ponferrada más adelante para ver el stolpersteine con el nombre de su padre.

A finales de los años sesenta, Pilar Ovalle ya había viajado a Mauthausen. Y en el monumento a las víctimas que murieron allí —en el terrible campo de las escaleras— había encontrado el nombre de Agustín Ovalle Ovalle grabado. Su madre, Pilar Perales Ferrer, nunca lo supo. De niña no le contaba nada. Era un tiempo de represión, de callarse la boca, y los críos podían meter la pata si sabían demasiado.

Hoy será una sobrina suya la que represente a la familia Ovalle en el homenaje que la ARMH y el Ayuntamiento de Ponferrada le dedicarán a nueve víctimas bercianas del nazismo. Un acto que, repito, coincide con el Día del Holocausto; la mayor vergüenza, el mayor desastre, la peor pesadilla de la humanidad. Aunque algún necio todavía niegue el genocidio, como hay quien niega la existencia del coronavirus, o te salga con el agravio del oro de Moscú cuando le cuentas la historia de Pilar Ovalle Perales, que nunca conoció a su padre.

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