Diario de León

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El cantante del rock más grande del que nunca has oído hablar. Así definió un periodista anglosajón en su obituario a Jean-Phillipe Léo Smet, el Elvis francés —etiqueta que nunca ha gustado a quienes vivieron deslumbrados por su brillo indómito y autodestructivo durante sesenta años—; de nombre artístico Johnny Hallyday.

Eran los últimos años de la década de los cincuenta. En América, un muchacho de Tupelo cambiaba las costumbres de la clase media con un tremendo movimiento de caderas en un show de televisión en directo. Elvis no había inventando el rock, pero sus actuaciones lo subían a la estratosfera. Y en el Mercado Central de París, un muchacho de 16 años, hijo de unos cantantes de cabaret, se deslomaba descargando camiones para comprarse una guitarra.

Fascinado por el talento de Elvis Presley, por su actitud rebelde, por el éxito de aquella bomba sexual que provocaba escenas de histeria entre las chicas cada vez que se subía a un escenario, Jean-Phillipe Léo Smet, tupé rubio y ojos azules intensos, comenzó a recorrer los bares de la Ciudad de la Luz con su guitarra nueva y con su particular movimiento de caderas, que nada tenía que envidiar al del cantante de Tupelo. Y lo hizo hasta actuar, pura carambola, en otro programa de la televisión francesa en horario de máxima audiencia. Y como en América, el cámara trató de ocultar su descaro. También fue un escándalo: el país de Maurice Chevalier, de Édit Piafh y la chanson, invadido por el rock and roll, un ritmo frenético importado del mundo anglosajón.

Eso fue antes de Los Beatles y de los Rolling Stones. Antes de Jimi Hendrix y Los Doors. Mucho antes de Led Zeppelin y a años luz de la irrupción de Queen o U2. Y Hallyday, del que ahora se estrena una serie de televisión que va «más allá del rock», comenzaba una carrera que le llevaría de la pobreza al estrellato, del alcohol a la cocaína, del sexo a los cigarros, y de los conciertos violentos a los grandes escenarios, con toda la parafernalia de los artistas capaces de vender cien millones de discos. Aunque a las pocas horas de su muerte, una noche de diciembre de 2017 a los 74 años, un periodista anglosajón reconociera que Johnny Hallyday, el príncipe de los tumulto s, había vivido tan deprisa que nos había pasado de largo.

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