Diario de León

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Llevaban cosido a la camisa el triángulo azul de los apátridas. Y no había esperanza para ellos.

Habían combatido contra Franco, habían vivido hacinados en los campos de refugiados de Francia y muchos no tuvieron otra salida que alistarse en el ejército galo o trabajar en las fortificaciones de la Línea Maginot. Solo un año después del final de la Guerra Civil española vivieron una segunda derrota cuando los nazis vencieron a los franceses en la primavera de 1940 con la táctica de la Bliztkrieg, la guerra relámpago. Y casi todos terminaron en Mauthausen. O en Gussen o en Buchenwald, que también formaban parte del mismo complejo de campos de concentración.

Ahora sabemos que entre aquellos quince hombres marcados con el triángulo azul que eran del Bierzo y compartieron penurias con judíos, gitanos, homosexuales, socialdemócratas, comunistas y todo aquel que fuera un estorbo para los nazis —quince que se conozcan a día de hoy— hubo un campesino de Busmayor, Miguel Santín Carrete era su nombre, que murió asesinado en Bergen-Belsen. La vida de Miguel Santín Carrete está llena de zonas de sombra, pero los investigadores que han dado con su certificado de defunción en el registro de la localidad de la Baja Sajonia deducen que tuvo que combatir en la Guerra Civil porque al acabar la contienda lo encerraron en un campo de prisioneros en Irún. De ahí se fugó para reunirse con su hermano en Francia. Y las cartas que enviaban a su familia en Busmayor no se conservan porque su madre las quemaba después de leerlas para que no les comprometieran.

Miguel Santín Carrete, es otra suposición de los investigadores, pudo ser mano de obra forzada en Alemania, como muchos jóvenes franceses deportados para sostener la industria bélica nazi. Pero en algún momento alguien reparó en que era español, republicano, y por tanto apátrida. Carne de campo de concentración.

Así fue como terminó en Bergen-Belsen, uno de los campos del horror donde murieron más de cincuenta mil personas. Cuando las tropas británicas lo liberaron en abril de 1945 encontraron trece mil cadáveres sin enterrar en una imagen dantesca. Pero Miguel Santín había muerto seis meses antes. Y ya es hora de quitarle el triángulo azul de la solapa.

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