Diario de León

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Lo de que en las Cortes se insulten me da la sensación de que ni ha sorprendido ni ha importado demasiado a la ciudadanía. Nos hemos acostumbrado a vivir envueltos permanentemente en una especie de ‘gran hermano’ a ritmo de ‘sálvame’, donde los ‘supervivientes’ son los que más voces dan. Tengan o no tengan algo que decir.

Los pobres vecinos que habitan viviendas próximas a semáforos pueden dar buena fe de esa expansión de la impaciencia, cuando no intolerancia, que nos rodea a golpe de bocinazo. Algunos lo achacan al covid, dicen que la gente se ha hecho más ansiosa. Pero me parece pasan por alto algunos episodios previos.

La sociedad debe ser tolerante. Pero ahí se envenena en su propia contradicción. Debe ser intolerante con los que abusan precisamente de esa necesidad de tolerancia. En caso contrario, todo se convierte en una jungla, con la ley de la selva sembrando el ‘sálvese quién pueda’, y dejando todo en manos de quienes tendrían que estar lo más lejos posible del timón.

En la política española es evidente que esa incapacidad de escucha ha ido transfigurándose en un afán de chillar más y más alto, y preferentemente como emitir un insulto, una calumnia, sembrar dudas, cuando no directamente una difamación. Siempre he pensado que en este proceso el conflicto surge del cooperador necesario. El que aplica el ‘recibí’ y traga cual pavo sin pararse a masticar las cosas. Pero también es cierto que esa actitud es más cómoda y viene facilitada por las corrientes de información de un único emisor que impide ver un poco más allá de la punta de la nariz.

Hay quien acusa a Rodríguez Zapatero de abrir el camino hacia la intransigencia, o quizá más bien fanatismo, que se vive hoy en la res pública española. Con sus cordones sanitarios y su afán guerracivilista probablemente dio un golpe de timón a las cosas, y se pasó de la pugna —cierto que bien cargada de tensión— aunque con capacidad de diálogo y pacto, a una brusquedad explícita que cada día alcanza mayores ejemplos.

En política existe una ley de incompatibilidades que impide tener actividad privada relacionada con el cargo. Quizá haría falta un ‘cordón sanitario’ frente a los que se prueben incapaces de salvar sus odios. Para incapacitarlos. Aunque en el actual contexto parece que son los más capaces de atraer votos...

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