Diario de León

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Tuve un compañero hace tiempo que cuando quería cuestionar a alguien comentaba que ‘ya se le había caído la capa de barniz y se veía con claridad lo que había debajo’. Era su forma gráfica de expresar algo que la sabiduría popular reproduce a través de incontables refranes, que raspando un poco suelen aparecer las ‘vergüenzas’.

Algo de esto puede detectarse en un PSOE leonés que vive sumido en su casi permanente pugna entre Mister Hyde y el Doctor Jekyll, una herencia que parece formar parte de su ADN, aunque en esta ocasión la afrontan con caminos excesivamente similares.

Toca gobernar en Madrid y se mide cada detalle. Pero, curiosamente, unos más que otros. También como en el fondo ha ocurrido siempre. Con un mismo juego o equiparable. Intentar, al viejo estilo de los profesionales trileros, mover los cubiletes sin descanso para tapar la cruda realidad de una provincia que se desangra.

A unos, a los locales, en pocos días se les está diluyendo la pintura de la calle Ordoño. Quizá como una metáfora de la realidad que vive una ciudad en la que cada día se ven más pisos con todas las persianas bajadas y en donde el verde esperanza se va tornando poco a poco en marrón y gris, como ocurre en el costoso asfalto de Ordoño y, especialmente, de Alcázar de Toledo. Ese Alcázar que es símbolo de defensa numantina, la que también parece querer elevarse como bandera desde Ordoño en forma de mociones de viejos reinos que tienen poco más recorrido que un brindis al Sol en plena niebla del Bernesga. Hay que reconocer que el tema tiene su clientela. Lástima que en Ferraz se carcajeen con cada ayuntamiento o junta vecinal que las respaldan.

Y el otro PSOE leonés, el que abarca toda la provincia, intenta agitar su propio cubilete, el de una Mesa por León que ni siquiera llega a pasar Guadarrama. Esa se quiebra en Valladolid, a manos de un delegado del Gobierno al que pusieron de árbitro cuando en realidad actúa de portero que intenta parar los disparos hacia su Ejecutivo central en forma de reivindicaciones.

Diluído Ordoño, las mociones y esa Mesa, que se ha convertido en una mera marioneta —o ya juguete roto— sólo queda recordar viejos tiempos. Cuando las cosas se pintaron de verde, con brotes, y de un rosa que iba a ser el futuro cuando los de León entraban recibiendo abrazos y promesas en Moncloa.

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