Diario de León

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El paradigma entre defensa de la libertad y sus límites ha llenado miles de tratados. Y también de aforismos, y más modernamente de memes.

Uno, que vive de juntar palabras, sabe que esto tiene algo de taurino. De acercarse al morlaco sin dejar que te pille. Eso sí, sin subirse encima para embestir todo aquello que no te gusta. Quizá por ese ejercicio diario muy necesario de saberse equivocado, al menos, en una milésima porción de los pensamientos, ideas y aspiraciones.

En la Democracia, en un régimen de libertades, la opinión es libre. Enfrente, o más bien al lado, la información tiene que ser profesional y contrastada. Y honesta. Para cumplir un derecho fundamental. Pero a partir de ahí entra de manera imprescindible la Ley. La protección de otra buena retahíla de derechos que también deben ser protegidos. El insulto, la difamación, el ataque a las libertades o a las personas no puede caber en los medios de comunicación. Ni tampoco en otras expresiones públicas.

El caso del rapero aficionado a loar a los que matan con el terrorismo parece que reabre el debate sobre la libertad absoluta. Curiosamente con una dualidad peligrosísima. Las mismas voces que proclaman que ese ciudadano puede ciscarse en los muertos arrollados por el totalitarismo fascista que guía cualquier atentado, son los que en el siguiente episodio demandan medidas contra el odio. Los delitos de odio. Pero transmiten la sensación de que sólo para los que ellos odian. Sí, capicúa. A los que ellos odian es a los que se les quiere amordazar porque ‘sus opiniones son producto o generan odio’...

Probablemente todo esto se derive de tantos años de políticas trileras. En España existe un flagrante déficit de poso democrático. Con asuntos como las leyes educativas se da un pésimo ejemplo a las futuras generaciones. Se arman cuerpos legislativos contra el otro. Aderezados de saña y odio.

Nuestros mandatarios nos guían actuando con los hígados y así es muy difícil... Valga como ejemplo todo el tinglado de las últimas semanas a cuenta del toque de queda a las ocho de la tarde. Con los consabidos desatinos, enfados, requiebros y pulsos mientras las ucis siguen llenas y la economía se desangra. A veces dan ganas de acordarse de los muertos de alguno...

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