Diario de León

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Temo que está muy generalizada la percepción de que navegamos sin rumbo por una terrible tormenta. No sabemos bien quién es el timonel. Siempre se nos responde al estilo de los ministerios kafkianos que tengamos fe en algún comité del que no sabemos nada. Los capitanes, por cierto diversos y cada uno mirando hacia una borda, transmiten la sensación de que son de bastante tierra adentro. Ese ‘encoge más trapo’ sople lo que sople, acompañado por el ‘amarra fuerte el timón vire a donde vire’ acrecienta los mareos y el pensamiento de que se cumple el viejo chiste: «giramos 360 grados».

Ahora nos citan para un cribado total de la capital. Y se toman decisiones municipio a municipio. Se dan pasos que los expertos con nombre y apellido reclamaron allá por marzo. Al final acabaremos en manos de los veterinarios, los que desde el inicio se ofrecieron como expertos en acotar y combatir epidemias...

Todo se resume en un problema de conocimiento. Lo pensaba el otro día ante la ingente distancia existente entre dos episodios inconexos a priori.

Hace unas semanas, a la consejera del ramo de la Junta encargada de la atención social le preguntaban por el creciente problema de las personas sin hogar. Su discurso sobre rentas subsidiadas se alejó radicalmente de la interpelación. Las calles están llenas de personas con problemas mentales. Lo saben bien quienes les atienden y desde hace tiempo lo denuncian cuando se les facilita un altavoz. No es cuestión de dar dinero y nada más a quien ya no tiene capacidad de tomar decisiones. Hay un problema claro, con seres humanos abandonados literalmente por las calles. Pero los que tienen la responsabilidad ni siquiera saben de qué va todo esto...

Me venía a la memoria al apurar una caña que rozaba la ilegalidad horaria. Un profesional —sin duda autónomo— aceptó servirnos al límite de las 20.00 horas, aunque nos avisó de que estaba solo y tenía que hacer lo que pudiese. Nos facilitó una mesa, nos sirvió un embutido delicioso y en medio de sus carreras se paró para atender a un singular cliente. Suele pedir en una iglesia próxima. Con un trato exquisitamente educado le preguntó ‘de usted’ si quería un bocadillo. Al ponérselo en la mesa le ofreció algo de beber y le dijo que lo había pagado ya un señor que se marchaba. Respeto. Eso es lo que ofreció a una persona. Lo que necesita y temo que la consejera nunca sabrá dar...

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