Diario de León

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Seguro que a todos nos viene a la memoria alguien próximo al que enseguida se le llena la boca con un «y a mí más» en cuanto oye cualquier cosa. Los sufrimos a diario —entre sonrisas más o menos disimuladas— y forman parte del paisaje inevitable de quienes aspiran a ser el agua del bautizo, los anillos en la boda o, si les dejan, se meten en el ataúd para no perderse la foto... El problema es más grave cuando esto se hace desde La Moncloa. La ocurrencia del «a nosotros también» nos atropelló el ‘pegasus’, a cuenta de las escuchas, recuerda al inigualable Mortadelo.

Hace quizá no tantos años vivimos un auténtico esperpento con epicentro en los espías españoles. Entonces, en pleno declive del felipismo —cuando se había escuchado a todo bicho viviente— no eras nadie si no circulaba algún dossier por ahí sobre tus andanzas. Pero ya se sabe que lo de los difamadores y enredadores también forma parte del paisanaje diario que vivimos, aunque la verdad es que normalmente es más cuestión de quién escucha y abre suficientemente sus tragaderas...

En un país que aspira a ser serio no debe admitirse que se grabe a un ministro del Interior en su propio despacho (en España ha ocurrido y no hace tanto). Y aquel infame 11-M del ‘pásalo’, con la información rulando antes a un partido de la oposición que a La Moncloa...

El esperpento de estos días es curioso. El lunes salió a anunciar que se habían espiado los teléfonos del presidente del Gobierno y de su ministra de Defensa —en pleno conflicto bélico— precisamente el responsable de que esto no ocurriese. Tras el bochorno llegó el intento de buscar culpables. Primero se señaló a la ministra Robles, luego al CNI, como ya se hizo con éxito en otros tiempos... Luego a Marruecos... y lo de la ultraderecha... es que no venía a cuento.

La gracieta popular puso las cosas en su sitio. El teléfono de Pedro Sánchez no tiene mucho riesgo ya que siempre está en «modo avión»... y además fijo que está lleno de selfies...

El «a nosotros también» recuerda la penúltima maniobra que vivimos a cuenta del envío de balas a políticos en la campaña de las autonómicas madrileñas. A la Policía y a la Justicia les tocó poner orden entre tanta estupidez y la cosa acabó en un cajón. Como es fácil que ocurra ahora, con Mortadelo huyendo buscando escondite disfrazado...

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