Diario de León

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Si como nos han dicho tantas veces, con las autonomías se pretendían paliar tres conflictos, el balance tras 40 años es poco alentador. Dicen las crónicas de entonces que se buscaba una mejor administración, que fuese más ágil y cercana a la ciudadanía, y que sirviese para dar una solución definitiva a las tensiones nacionalistas que en ese tiempo se limitaban a las entonces llamadas Vascongadas y a Cataluña.

La ingente burocratización que padecemos a día de hoy, con más de tres millones de funcionarios tras esa descentralización, poco tiene que ver con aquellos deseos de eficacia que están en su germen. Ni parece que el afán de acercar a la ciudadanía la gestión se asemeje hoy a esos reinos de taifas, con 17+2 territorios autónomos legislando sobre todo lo que se les ocurre, hasta unos niveles que no dan ni siquiera en los verdaderos países federales como pueden ser Alemania, Suiza o Estados Unidos. Y lo peor es que todo este esfuerzo no ha servido ni mucho menos para saciar la voracidad de esa derecha liberal que se etiqueta como independentista, aunque sus deseos reales quizá van más por otro carril —el pecuniario— al que nos empujan sin que sepamos cómo evitarlo.

UCD y PSOE compartieron el error de intentar amansar a las fieras lanzándoles longanizas, y transformaron la necesaria descentralización administrativa para mejorar la vida de los ciudadanos en una capacidad legislativa sin límites, para generar espacios contradictorios y excluyentes en campos fundamentales del Estado. La Educación descentralizada ‘desangra’ claramente sus efectos desde hace años. Y la Sanidad —la tan cacareada mejor del mundo mundial a golpe de dedo en el ombligo— ha quedado en evidencia muy probablemente por la ausencia de una organización adecuada en los despachos. Tampoco precisan pruebas los lastres que el actual pluriinstitucionalismo genera en la economía o en la sociedad.

Un país no se puede decidir por populismos o por mensajes de mercadeo. Los planes del Gobierno ahora resulta que se basan en los viejos esquemas provinciales. Quizá, cuando sean menores los daños, habrá que repensar todo el andamiaje. Y a lo mejor, esta vez pensando en qué es lo más adecuado para las personas. Y lo más barato, para que podamos invertir el dinero de todos en lo que es realmente importante.

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