Diario de León

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En pocos días se cumplirán dos años de las elecciones municipales. Es el ecuador del mandato, que no de la legislatura, como les gusta decir a algunos, porque afortunadamente los padres de la Constitución dejaron bien claro que los alcaldes no pueden hacer leyes.

Dos años condicionados por el covid que nos llevan a este rubicón que suele cambiar las tendencias al iniciarse la cuenta atrás y la toma de posiciones para la elaboración de listas. Ya se sabe que nada tiene que ver llegar a la campaña con el altavoz del poder y consolidado en el sillón que remando río arriba desde la oposición. De ahí que la experiencia democrática española y especialmente la municipal pruebe que desde esta barrera lo que parecían imposibles acaban plasmándose en firmas de mociones de censura que habían sido descartadas como el cese del entrenador justo el domingo anterior.

El PSOE lo tiene mucho más fácil. Afrontará las próximas locales desde una privilegiada situación que nunca había tenido. Su poder es casi unánime en todas las administraciones de peso en la provincia. Sus listas, a priori, pasan por la repetición de los ya aupados al cargo salvo los apaños al estilo de Pajares de los Oteros —y quizá en esta ocasión se le unan Cacabelos o Chozas de Abajo— donde no presenta candidatura para no combatir contra sus ex a los que nunca terminó de dar de baja.

En el bando contrario el PP sigue sobre arenas movedizas. El poder está por repartir y las cosas se dividen entre los que quieren a mamá Mañueco y a papá Casado. Y como rezan las esquelas: y demás familia... Hay batalla por delante y más ahora que con el viento Ayuso de cola se puede soñar con triunfos.

Todo ello con un panorama que probablemente avance más hacia el bipartidismo, tanto en lo global como particularmente en la autonomía o la provincia. Aquí la casi total irrelevancia de Ciudadanos o Podemos viene de largo. Condenados al ostracismo definitivo quedan las dudas de UPL —que nunca termina de despegar y que podría ser de nuevo fagocitada por ese PSOE otra vez neoleonesista— y un Vox sin nombres ni mensaje que ni siquiera está en las instituciones con peso en la provincia. En Vox, como en Podemos y Ciudadanos, todo pasa por esa especie de franquicia donde los votos los captaban Albert Rivera o Pablo Iglesias. Con ambos en casa, volvemos al binomio PSOE-PP

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