Diario de León

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La Semana Santa de 2020 trajo un baño de realismo sobre lo que llevaba aparejado el covid. Y la de 2022 pone en claro el deseo de una sociedad que vuelve a las calles con ansias de normalidad.

Ni somos mejores. Ni estamos todos. Lo del buenismo que incorporaban aquellos aplausos del balcón se fue debilitando como la letalidad del dichoso bicho. No sabemos muy bien si por las vacunas, o producto de la evolución que ya entonces pronosticaban los expertos, con unas variantes que por lógica evolutiva irían a menos en su crudeza. Tampoco sabremos muy bien dónde nació, cómo creció y se reprodujo el covid. Ni el alcance real de los flecos lucrativos de las compras de material, que en algunos casos ni siquiera llegó tras ser pagado.

Pero hoy es Jueves Santo, y una toma de temperatura en las calles probará que el ser humano tiene una infalible capacidad para digerir y dar portazo a todo lo que le toca lidiar. Probablemente hay un poco de egoísmo en todo esto, de ‘a mí no me tocó así que todos tranquilos’... pero lo cierto es que las próximas horas suponen una oportunidad de renacimiento que, aprovechando que este año toca sol, servirá a muchos para congraciarse con la historia de su pueblo, con un sinfín de tradiciones, con una religiosidad más o menos confesable y con los sentimientos que se resisten a abandonar un legado en muchos casos centenario a pesar de que el lugar de residencia sea ya lejano.

Las dudas sobre qué pasaría después de casi mil días de vacío semanasantero también se han evaporado. Las calles se han llenado. Los papones-cofrades-nazarenos-manolas han salido masivamente, y León y sus ciudades y pueblos reviven lo que muchos califican como su verdadera semana grande. Eso sí, también con un poco de selección de la especie darwinista. En las cofradías con problemas estructurales afloran realidades que se vivían semiocultas ya antes del covid.

En lo económico, el respiro es evidente. Carteles de ‘sin sitio’ en hoteles y largas esperas en las barras son una buena prueba de que la sociedad poco a poco resucita.

Es cierto que no son tiempos fáciles. Se acumulan las razones para sumar otra arruga en la frente. Pero será a partir del lunes. Ahora toca desapolillar hábitos y túnicas, mantillas... imágenes centenarias que precisan airearse... olor a incienso, claveles y churros. La nueva generación se ha sumado con fuerza. Han dejado sus móviles y sus videojuegos por unas horas. La herencia de la esperanza tiene quien la perpetúe.

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