Diario de León

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Una de las frases preferidas de nuestro añorado compañero Antonio Núñez era: «ya no sé si soy de los míos». Durante décadas diseccionó el paisanaje de esta provincia —con una mirada de reojo al panorama autonómico o al nacional— con la ayuda inestimable que le daba haber sido «cocinero antes que fraile» en esto de la política. Tenía claro que el arte de sobrevivir en lo público se zurcía a golpe de traiciones y desengaños, lo que le hacía ser proclive a acaparar odios y, por qué no decirlo, a buscarlos con su aguda pluma.

Viene todo esto a cuenta de lo que estamos viviendo estos días en la desbandada de gaviotas. De proclamar constantemente que iban a aupar a Pablo Casado hacia La Moncloa han pasado a portar su ataúd hacia el precipicio sin graves contratiempos ni disgustos. El «que pase el siguiente» se confunde con el «ya lo había dicho yo», mientras una vez más se cumple aquello tan español de la estocada barriobajera: vi en un callejón a tres dándole una paliza a uno, y pensé, esto no puede quedarse así; fui para allá y entre los cuatro lo pusimos...

Lo vivido en las últimas e intensas horas en Génova 13 genera un vuelco importante en todo el escalafón. Lo más parecido en la historia reciente de España fue lo ocurrido en Ferraz, cuando un octubre echaron literalmente a patadas a un Pedro Sánchez que, con su ‘manual de resistencia’ en la mano, resurgió de las cenizas para hacerse con el timón y acabar en Moncloa. Aquello otorgó sitios en la primera línea del éxito a quienes optaron por seguirle en su tránsito por el desierto. Por estas tierras hemos presenciado batallas más o menos veladas entre quienes querían más a papá Génova o a mamá Pucela-Salamanca. Ahora todos se intentan subir al caballo ganador, y todo apunta a que a Pablo Casado no le van a quedar apenas mesnadas con las que marchar hacia el exilio. Parece poco probable que sea capaz de rearmarse para plantar batalla. Y eso que su Teo purgó todo lo que pudo para dejar sólo a los fieles. Quién lo diría... Si Casado resurgiese, seguro que recordaría a los que ahora le niegan tres y tropecientas veces cuando no hace tiempo corrían a codazos para hacerse la foto mientras andaba de romería, en estas tierras hasta antes de ayer.

El más listo de momento es el gallego. Que no dice ni que sí ni que no. Quiere hacerse querer mucho, pero mucho...

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