Diario de León

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El pasado fin de semana, apurando una caña muy atentos al reloj, comentaba con unos amigos que Igea nos ha salido más estricto que las madres. Los que ahora rayamos el medio siglo volvíamos a casa cuando éramos unos chavales allá por los primeros 80 entre las 10.30 y las 11 de la noche. (Cierto, con mucho margen de diferencia según las familias, como ahora entre las comunidades autónomas).

Parece que nuestras madres eran más espléndidas que ese vicepresidente de la Junta al que su afán de ser tocanarices en todo lo que puede y le dejan le desautoriza de algún modo para ser la cara visible y determinante en algo tan serio como la pandemia. Todos conocemos o convivimos con personajes de esos empeñados en ser el bebé del bautizo, el niño de la comunión y la novia de la boda. Resultan cansinos, especialmente por culpa de los cooperadores necesarios que los animan o en ocasiones los usan. En su propia frustración llevan la dura penitencia.

Ahora, en la política se lleva mucho esa fórmula de actuación. Basta con mirar la pareja que abre estos días el baile presupuestario desde el Palacio La Moncloa.En todo lo relativo al covid, al afán por llamar la atención ha estado muy presente desde marzo. Se ha priorizado el ‘yo llegó más lejos con mis...’ que la búsqueda de las soluciones eficaces y realistas, el trabajo por el bien común diseñado con generosidad, discreción o el rigor que debería exigirse a todo cargo público.

Dejarnos acabar la caña sin atragantarnos hasta las 23.00 horas no sería nada dramático. En la hostelería no está el meollo del covid. Pero sí lo es para los locales el cierre de las calles a las 22.00 horas. Es literalmente vital, determinante para aguantar con la trapa subida sin enviar al paro a sus trabajadores.

La justa medida es la que lleva a la eficacia. No es bueno jugar a los escapistas para que los problemas no se agranden. Hay que analizar las situaciones, escuchando a los implicados, asesorándose con expertos y evitando andar a salto de mata y de ocurrencia. Sí, ocurrencias. Como esas que parece que impregnan unos Presupuestos del Estado que nos hacen retroceder diez años para volver a los Planes E de gasto improductivo en cosas inservibles pero que permiten cortar una cinta de inauguración cada día.

En medio de tanta confusión nos queda el refugio de las madres y su ‘vete con cuidado’. Y ya sabemos que en esto del bicho es el otro el que lo hace mal...

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