Diario de León

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El cierre de los centros de vacunación masiva marcan un nuevo horizonte. Ahora sí parece que llega el momento de la esperanza. El miércoles en el Bierzo y el jueves en León, nos despedimos de los equipos covid, un ejército de profesionales y voluntarios hechos de otra pasta. Si no hubiera sido por ellos, por su esfuerzo, dedicación y profesionalidad hoy no estaríamos celebrando la nueva normalidad, aunque el camino por el que empieza a discurrir parece arrastrar las ganas de crispación contenida en marzo de 2020, al inicio de la pandemia. Dieciocho meses después hay quien necesita soltar toda la bilis contenida, cual volcán palmero. O revientan o expulsan la escoria. Estos meses de pandemia han estado cargados de críticos, impacientes y agoreros, capaces de cuestionar con tanta vehemencia hoy una decisión como utilizarla para reivindicar después su derechos a disfrutrarla y alterarse por el retraso de la misma. Recuerdo cuando llegaron las primeras vacunas. Las mismas personas que pronosticaron, como si fueran doctores en inmunología y vacunología, lo poco fiables que para ellos era un producto investigado en tan poco tiempo, después alzaron la voz airados por la lentitud y el retraso de algunas dosis que prolongaban unos pocos días el inicio de la vacunación de los grupos establecidos. Después fueron las esperas y las colas el motivo de su indignación, poco conscientes, creo yo, del hito histórico tan importante del que hemos sido protagonistas. Como todos los grandes acontecimientos, tendrán que pasar varios años para valorar la gesta de la que hemos sido partícipes. Me alegro de haber estado del lado bueno, de esa mayoría serena, confiada, consciente del esfuerzo supremo y las dificultades para llevar a buen término esta campaña de vacunación. Un trabajo y un esfuerzo que he sentido y vivido minuto a minuto desde el lado en el que me ha tocado trabajar contra esta pandemia. Y sí. Ha habido fallos puntuales, que vistos con el tiempo se disuelven en este mar de vida que ahora volvemos a recuperar. El trabajo bien hecho y el esfuerzo son gritos tan atronadores que nunca podrán silenciar los que levantan la voz. Ahora toca seguir adelante, con la certeza de que la normalidad no va a ser volver a lo de antes del 14 de marzo de 2020. No lo será en ningún caso si las vacunas no llegan a todos los rincones del planeta. El argumento recurrente de que el virus no entiende de fronteras sigue siendo una verdad tan absoluta que si el reparto no es equitativo en todos los países, no habrá manera de librarse de esta pandemia. También en esto nos ha tocado estar en el lado bueno, esta vez sin elegirlo, no lo olvidemos.

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