Diario de León

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No sé si fue la necesidad de volver en una normalidad a la que dimos la pátina de habitual. Una normalidad desteñida de costumbres, a las que muchas personas se niegan a renunciar. La salida del estado de alarma no desactivó la emergencia sanitaria, en la que estamos instalados desde que la decretó la OMS en marzo. Si ha vivido la desgracia de acudir al Hospital de León estos días, en pleno apogeo turístico, con completa movilidad y con ola de calor incorporada, sabrá que, pese a que hasta hace una semana no había personas ingresadas con Covid (ayer ya eran cuatro en León y otras cinco en El Bierzo), todo el sistema sanitario estaba en alerta. Controles y limitación de acceso a las instalaciones sanitarias, pruebas PCR, distanciamiento, mascarillas, guantes, desinfectantes, aislamiento por precaución tras el alta hospitalaria. Nadie sabe con exactitud dónde puede estar el riesgo de contagio. En la calle, sin embargo, la salida del estado de alarma desactivó el miedo. La población más joven emprendió los primeros pasos como un miura. Pero no todos. Como tampoco tienen un comportamiento ejemplar todas las personas adultas.

El otro día presencié el reproche del personal de seguridad de un conocido centro comercial de León a una señora que entraba sin mascarilla. Tras la recriminación del trabajador, la mujer, que rondaba los 80 años, sacó del bolso lo que decía que era un justificante que la eximía de su uso. La respuesta del vigilante no pudo ser más acertada: «Si usted tiene un problema por el que supuestamente se le exime de llevar mascarilla ¿por qué viene a un centro comercial desprotegida con el riesgo que eso tiene para su salud y la de los demás?». Hay personas que no se creen la pandemia. En las tertulias de algunas cadenas de radio y televisión sientan cátedra los opinadores de todo y expertos en nada. Yo no tengo ni idea de virus ni de epidemiología. Los que supuestamente saben dicen que guarde las distancias, que lleve mascarilla y que me lave frecuentemente las manos. Y yo, sin conocimientos científicos para opinar lo contrario, lo hago. Por responsabilidad individual y social. Hay jóvenes que son un ejemplo de buena conducta en la misma medida que hay adultos que ponen en riesgo con sus actos la salud de todos los demás. Y no solo la salud. Los contagios vuelven a poner en jaque al sector en el que se apoya la economía española. Son los hosteleros y los empresarios del ocio nocturno los primeros interesados en hacer cumplir las normas, en ser un ejemplo para sus clientes. La mayoría lo son. Pensar que un lleno, con controles laxos de medidas, es bueno para sus negocios y para el sector es echar piedras sobre el tejado de una casa que amenaza ruina. Las medidas, si se cumplen, funcionan. Se ha demostrado en la peluquería de Valencia de Don Juan, que movilizó a doscientos contactos. Todos negativos.

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