Diario de León

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Una nueva revolución emerge en el mundo del trabajo. El empresariado no encuentra mano de obra en los sectores más precarios y con horarios incompatibles con la salud y la vida: la biológica y la familiar. Hay un sector de la población joven que ahora se atreve a decir que no. Las continuas crisis económicas los ha dejado fuera del mercado de trabajo pese a ser una generación sobradamente preparada académicamente, viajada y criada en familias que han buscado para sus criaturas la mejor vida. Pero ¿qué es tener una vida mejor? En la lista de los objetivos vitales de la mayoría de las personas estará el dinero para todo lo que se pueda comprar, incluso para lo que no se pueda, un buen puesto de trabajo, un buen sueldo, reconocimiento social, muchas amistades, una intensa vida social... Son muchos los filósofos que buscan el sentido de la vida, que es categóricamente individual. Los dogmas inamovibles siempre conducen al fracaso. Hay personas que buscan la felicidad y la satisfacción en el esfuerzo y el trabajo diario y suelen ser un ejemplo para el resto. Son casos como el de Rafa Nadal. El ejemplo es que hay que esforzarse, intentar ser el mejor, dejarse la piel y la salud en la pista de tenis, o lo que traducido para el común de los mortales significa no renunciar nunca, aunque sea a base de medicamentos que anestesien e insensibilicen la parte que más duele. Lo importante es conseguir resultados, buenos resultados. Anestesiar el cuerpo para seguir adelante. Yo creo que este mensaje es peligroso, aunque decirlo resulte políticamente incorrecto. Es un ejemplo claramente contradictorio con la alerta diaria que lanzan psiquiatras, psicólogos y educadores dado el aumento del consumo de medicamentos de la población.

¿Qué diferencia hay entre inyectarse un chute de anestesia en el pie para seguir compitiendo en una cancha de tenis y tomar pastillas de todo tipo para mantenerse despierto para estudiar y obtener las mejores notas, o continuar con el ritmo laboral en entornos altamente competitivos y agresivos, o cuando la salud mental se rompe para seguir viviendo? Una generación de jóvenes inicia cambios con una nueva revolución. La revolución de decir que no, la de apostar por otro ritmo de vida lejos de los dogmas inamovibles que empujan a luchar por puestos sólo porque hay un consenso que los vincula al triunfo, al éxito social, a esa necesidad de encajar, aunque conduzcan a la precariedad vital. Si no cambia el sistema, cambian los actores. Es imparable. Hay una generación que ya no se resigna. Conozco a un gran profesional que acaba de renunciar a un trabajo que ha sido su pasión y del que es un experto para empezar otro que le permite disfrutar de más tiempo, el verdadero lujo. Esa es la auténtica revolución de este siglo.

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