Diario de León

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A lo peor, Marte será nuestra última esperanza. Perseverance llegó con éxito al planeta rojo en medio de una gran expectación por ser un gran logro para la humanidad. Ya estamos, por quinta vez, en sus áridas tierras. Ingenieros y científicos buscan restos de vida. A lo peor, dentro de millones de años, la perseverancia de otra forma de vida inteligente en algún lugar remoto del espacio exterior haga aterrizar un robot para buscar algo de inteligencia en esta Tierra, saturada ya de basura y contaminación, también en el medio ambiente. Casi al mismo tiempo que el robot se posaba en Marte, en una maniobra que duró siete minutos «de terror», según la calificaron los ingenieros de la Nasa, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, y la directora ejecutiva del Programa para el Medio Ambiente del mismo organismo, Inger Andersen, presentaron las propuestas de un informe científico que les llevó a pedir, con urgencia «hacer las paces con la naturaleza». Estoy de acuerdo con la idea de fondo aunque me sorprende la frase utilizada. Hacer las paces con alguien supone el reconocimiento de un agravio conjunto, una pelea entre iguales a la que se quiere poner fin por el bien común, en este caso, de la humanidad. Sin embargo, la naturaleza, de ser algo, es víctima de la ambición humana, de su soberbia durante millones de años, de un antropocentrismo tan radical que resta el aire a los demás seres vivos. Pero esa batalla a la que ahora se pide poner fin con un tratado de paz, siempre ha sido desigual. La naturaleza es más fuerte. Las ínfulas con las que se ha conducido durante miles de años la especie humana hace peligrar ahora su propio progreso. La naturaleza es como esos perros grandes, nobles, con movimientos torpones, que no son conscientes de su fuerza, que soportan estoicamente los ladridos y las bravuconadas de los caniches de cuarto y mitad acostumbrados a salirse con la suya, envalentonados y engreídos. Hasta que pasa. De tanto alterar y provocar llega lo que no esperan, una crisis climática, sanitaria, económica y social. Porque si hay que hacer las paces, las tenemos que hacer con nosotros mismos. De nada sirve pedir perdón si no hay enmienda, que es lo que importa. Pedir perdón es muy fácil. Puedes repetirlo mil veces. Eso no hace mejor a las personas. Lo difícil es corregir. Y la naturaleza necesita cambios individuales, pero sobre todo, cambios estructurales con políticas que modifiquen hábitos, que hagan respetar las leyes a las grandes empresas contaminantes, que traigan cuanto antes cambios en las formas en las que las sociedades buscan el progreso, con un justo equilibrio entre producción, empleo, distribución y consumo. Si no es así, a lo peor acabamos todos el Marte.

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