Diario de León

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Hace un año decidí, como compromiso personal, no viajar ni asistir a ningún lugar público que estuviera concurrido, cerrado o al aire libre. A pesar de esta precaución que percibo como compartida por una mayoría de las personas, este año he podido ver terrazas que no respetan la separación obligada, con personas fumando en sus mesas, sin mascarillas. He podido ver también líneas de metro abarrotadas y trenes con aforo completo en viajes de varias horas de duración. He seguido con preocupación las protestas y manifestaciones de diferentes colectivos en León y en el resto del país en distintas fases y olas. He visto protestas y manifestaciones, muchas, en León y en el resto del país. Manifestaciones en defensa de la hostelería, contra la precariedad, contra la incertidumbre y la falta de ayuda

s, pero también contra el estado de alarma, contra la aprobación de leyes y contra las medidas sanitarias. He visto hasta cargas policiales en León contra hosteleros y empresas del sector cuando el 3 de diciembre intentaron acceder a la delegación de la Junta. Más de mil personas participaron en esa manifestación en contra de las restricciones, la precariedad, y la falta de ayudas.

¿Qué se presupone que tienen las convocatorias del 8-M que no han tenido otras miles de este año a las que no se les ha atribuido el mismo riesgo de contagio?

El vídeo de esas protestas y la respuesta de la policía fue uno de los más vistos en la edición digital de este periódico. En Madrid, como en el resto del país, se han organizado miles de convocatorias durante este año. Recuerdo dos por su especial significado. El 12 de octubre, con la segunda ola de subida, cientos de coches con caceroladas recorrieron el Paseo de la Castellana contra el estado de alarma en una manifestación no autorizada por la Delegación del Gobierno.

La manifestación, convocada por Vox en toda España, no fue autorizada tampoco por el delegado del Gobierno de Guadalajara pero la justicia levantó la prohibición. Tampoco se respetó la distancia de seguridad el 23 de enero, en plena tercera ola, cuando miles de negacionistas protestaron en Madrid, la mayoría sin mascarillas. Por este motivo, contemplo con asombro la utilización política interesada del movimiento feminista que envuelve en un manipulador y oportunista ruido la conmemoración del Día Internacional de las Mujeres. El delegado del Gobierno de Madrid no autoriza las concentraciones, decisión que tendrá su recorrido en los tribunales. En el resto de las comunidades las convocatorias siguen. El 8-M es un día para reivindicar una sociedad más igualitaria, para poner el foco en el comercio del cuerpo femenino, en las violaciones, en los asesinatos de mujeres, en la trata, en los abortos clandestinos, en la violencia machista. Para visibilizar la precariedad de todas las que han cuidado en pandemia, dentro y fuera de casa, en los hospitales, clases, supermercados, hogares. Negar a las mujeres espacios que sí han sido ofrecidos a otros es unamuestra más del problema. Lo demás es un ruido tramposo que deja al descubierto razones partidistas. Ahí están las pruebas.

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