Diario de León

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Estamos inundados de noticias, opiniones, imágenes, consejos para alimentarnos mejor; comprar ropa para vestirnos a la última y de manera más sostenible; productos más ecológicos para limpiar nuestras casas y para decorar nuestros hogares; educar a nuestras hijas para que sean personas felices, saludables y saquen buenas notas en el colegio, tengan muchas amistades y sepan elegir las que más les hacen felices e ignorar a las que no les aporten bienestar a sus vidas; instrucciones para aprovechar el espacio de nuestros hogares, cada vez más inundados por ‘telares’ que apenas utilizamos y que no dejan pasar el aire fresco; programas de televisión que nos entretienen todos los días con cotilleos que no nos interesan y de los que cada vez se habla más en los corrillos, en la barra del bar y, lo que es peor, llenan páginas y tiempo en los medios de comunicación; de personas a las que se consideran ‘guapas’ esclavas de su imagen para tener el cabello perfectamente peinado y con un brillo ‘natural’, además de una piel por la que no pasan los años ni la vida; en propuestas de ocio que ni en mil vidas que viviéramos podríamos disfrutar; recomendaciones de libros imposibles de leer porque si sólo nos dedicáramos a esas lecturas no podríamos abarcar ni una sola de las propuestas mencionadas reglones arriba; consejos para aprovechar y organizar mejor nuestras agendas para ser más productivos en el trabajo; trenes, coches y aviones que nos permiten desplazamientos cada vez más rápidos para llegar antes a cualquier parte; restaurantes que prometen el mejor disfrute gastronómico a precios tan altos como las montañas que también nos proponen subir como experiencias de superación personal; actividades en el mar, en la ciudad, en los pueblos, en el aire o incluso sin aire para poner a prueba nuestros pulmones; atender y visitar a familiares enfermos; ver todas las series de las distintas plataformas para no quedarte fuera de las conversaciones de los eruditos de salón que todo lo saben y todo lo enjuician; quemarnos los ojos todos los días con la pantalla del móvil para estar al tanto de todo lo que se cuece por las redes sociales, habitualmente en ollas podridas; y además, tener una opinión de todas esas cosas, pero no un juicio más, sino uno brillante y diferente a los miles que se vierten por todos los canales posibles todos los días. Dicen que Sócrates, el filósofo griego que no dejó nada escrito y al que todos reproducimos de oídas, mientras paseaba con uno de sus discípulos por un mercado de Atenas, contemplaba y disfrutaba del gran despliegue de objetos que había en los puestos repletos de joyas, telas, perfumes y cerámicas. En un momento dado se detuvo y comentó : «Ciertamente, no sabía que existieran tantas cosas que no necesito». Si llenamos la vida con objetos y pensamientos inútiles ¿dónde queda espacio para la vida real?

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