Diario de León

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Fue como una estrella fugaz. Una luz resplandeciente que sólo ha dejado una estela de esperanza perdida. León ha soportado una vez más, con deportividad, el quebranto de una ilusión de ciberseguridad global. No pudo ser. A otra cosa. Toca despedir como se merece al 2020, es decir, a patadas. ¿Quién nos iba a decir las Navidades pasadas que viviríamos un  annus horribilis  como este cruel que agoniza?. Si hace un año por estas fechas me dicen que un virus amenazaría la vida de la humanidad, que tendríamos que salir a la calle con mascarillas, que no podríamos juntarnos en los bares ni en las casas, que morirían miles de personas en España y en todo el mundo, que la policía vigilaría nuestros pasos, que habría toque de queda —una expresión que escuché mucho a mis mayores en sus experiencias de vida durante la guerra civil— que se perderían miles de empleos, que hablaríamos de cuarentena, confinamiento, pandemia, letalidad, inmunidad de rebaño, FFps, FFp3, EPI, desescalada, covid-19, coronavirus, antiviral, antígenos, PCR..., si alguien hubiera tenido tanta imaginación como para describir una vida así, sin duda se hubiera llamado Stanley Kubrick. Pero esa película no nos la han contado, la hemos vivido durante este 2020 que espero que acabe en Mordor, como muy cerca, con todo su equipaje cargado de maldad.

Ni siquiera las luces, que se esfuerzan en poner algo de brillo a este triste futuro, consiguen su cometido. León está oscuro, apagado y los ánimos entristecidos. Sin duda que estas Navidades van a ser diferentes. Nada ni nadie volverá como antes. Aunque este parto con forces alumbrará un nuevo año que trae una vacuna esperanzadora que acabe con este virus, la experiencia marcará nuestra existencia. Si no son las guerras son los virus o las crisis económicas o vete a saber qué nos espera de aquí en adelante. Porque nadie hace un año podía imaginar que llegaría un virus que pondría patas arriba a toda la humanidad. que veríamos flaquear a líderes duros y enérgicos y que los megalómanos y mezquinos destaparían la soberbia, el narcisismo, el autoritarismo y el racismo. Es la única careta reconocible que se han colocado algunos en esta pandemia.

León cierra el año con la pérdida del último sueño, una esperanza que se escurrió entre los dedos con impotencia. No pudo ser. Año nuevo, vida nueva. Ojalá esta vez sea verdad. Ojalá este año que está a punto de nacer traiga una vida nueva, una vida limpia de virus mortales, de un buen aire para respirar, de buenas amistades (pocas, pero buenas), de trabajo (poco, pero bueno), de buena salud, de buenos hábitos, de buenos políticos que gobiernen lo público con acierto, de buenos compañeros y compañeras, de un buen profesorado para nuestros hijos, de una buena sanidad pública- Y que sepamos rodearnos de las personas que nos hacen la vida más fácil.

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