Diario de León

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En España no hay pobres. No los hay en Madrid, según Enrique Ossorio, el portavoz de la presidenta Isabel García Ayuso, que respaldó después esas palabras. «¿Dónde están?», dijo en tono irónico delante de los periodistas para poner en duda el informe de Cáritas, que sin embargo calla ante semejante desprecio. Aunque Ossorio se refería a los datos concretos de la capital, hay que interpretar que como «Madrid es España dentro de España», la extraordinaria frase pronunciada por la presidenta de la comunidad para defender sus propias medidas durante la pandemia, en España no hay pobres.

Tampoco hay violencia de género. En eso hemos mejorado—léase con tono irónico— desde que el presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco y Vox firmaron un pacto de gobierno en la Comunidad. Ahora se llama violencia intrafamiliar, un concepto respaldado por el flamante nuevo líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. Eso sí que es acabar con un problema de un plumazo. Lo que no se nombra no existe, y asunto terminado, deben de pensar. Da igual que exista la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, que en la primera página en la exposición de motivos dice textualmente que «la violencia de género no es un problema que afecte al ámbito privado. Al contrario, se manifiesta como el símbolo más brutal de la desigualdad existente en nuestra sociedad. Se trata de una violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas, por sus agresores, carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión». Me pregunto si legalmente se pueden vulnerar los principios de una ley vigente.

En la lista de los problemas que no tienen cabida en este mundo feliz están el cambio climático, las vacunas, la pandemia, los campos de concentración... Aldous Huxley en  Un mundo feliz , dice que «sesenta y dos mil cuatrocientas repeticiones crean una verdad». Ese es el riesgo.

En estos días de cambio recuerdo  La fuga de Logan , dirigida Michael Anderson en 1976. En un mundo subterráneo, los habitantes se dedican a los placeres de la vida. En una sociedad en la que no existe ni la enfermedad ni la vejez, sus habitantes aceptan gustosos pasar a otra dimensión en una ceremonia que los convierte en héroes sociales. Sin entrar aquí a valorar la calidad cinematográfica del film, una adaptación de la novela  Logan’s Run , de Michael Anderson, el mensaje es claro. Vivir en el desconocimiento absoluto de la realidad te hace más feliz. Logan es un policía que vigila para que todo se cumpla, hasta que descubre la verdad de la vida. No digo más.

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