Diario de León

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Como el tríptico del Bosco, esa obra maestra que te invita a escoger entre el bien y el mal y que, en esencia, viene a descubrirte lo que ahonda en tu interior... La provincia de León esconde muchos más tesoros de los que exhibe.  

Lo único que necesita para dar quiebro a la austeridad, al igual que en el resto de la España Vaciada, y también olvidada —a denuncia de millares de vecinos—, es un mecanismo capaz gestionar sus virtudes y afrontar con coraje las nuevas carencias que, con o sin ayuda, ha engendrado. El secreto lo desveló Jalis de la Serna el pasado miércoles en su programa. A pesar de ser el último en el ránking de audiencia, mereció la atención de todo un país y, sobre todo, de los políticos que nos representan. Lo que el periodista de La Sexta desveló a los españoles —mucho más preocupados esa noche por Masterchef Celebrity o Gran Hermano Vip— fue que con un organismo independiente, autónomo y despolitizado se puede aumentar la población de las zonas rurales en un 22%. Así ha sucedido en las Tierras Altas de Escocia en los últimos cincuenta años. Highlands and Islands Enterprise es el nombre de la agencia de desarrollo local detrás de cada una de las iniciativas que han contribuido a dicho éxito resucitador. ¿Y saben cómo? Lo explicó su responsable, Karen Kerr. «Los miembros de la dirección son personas que viven en las distintas regiones y saben dónde, cómo y cual es la mejor forma de invertir el dinero».  

Así han logrado llevar el ocio al mundo rural, con un cine-bus por el que pasan 25.000 personas al año —va viajando por los pueblos y tan sólo para dos semanas en navidad—; generar energía eólica, solar e hidroeléctrica propia para abastecer la isla de Eigg, cuyos cien habitantes son también los propietarios de la misma; aprovechar los increíbles parajes naturales que, a cuenta de la explotación publicitaria, televisiva y de la industria del cine, genera unos 1.100 millones de euros al año; revitalizar un pueblo pesquero con acuíferos marinos que nutren de salmones y multitud de especies comestibles al resto de escoceses y británicos; mantener la tradición de las destilerías de whisky renovando y ampliando la infraestructura para dar trabajo a generaciones de una misma familia —una obra de seis años que dio trabajo a 2.000 personas de más de 40 disciplinas diferentes—; crear espacios dedicados al emprendimiento más innovador y actualizado; fomentar la docencia universitaria en las más diminutas aldeas con una oferta educativa de 200 títulos; o atender a un ‘abuelín’ con el pie hinchado por la diabetes con una enfermera especialista en podología en su casa y la médico revisando por videoconferencia. El jardín de las delicias está ahí, pero para alcanzarlo hay que recurrir a la ética: desmontando tinglados políticos y reclamando que el compromiso sea imbatible.

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