Diario de León

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«Mi hija se queda en casa». Podría ser trending topic en Twitter pero es la frase de moda en las tertulias de los cafés. Y no es de extrañar. Porque con todo el clima esperpéntico que ha generado la vuelta al cole, el sentido común de una madre impera sobre lo que pueda vender cualquier político. Y más con el apoyo de la ciencia —el CSIC ya ha advertido del enorme riesgo que conlleva el retorno de los alumnos— y con el historial de mentiras, contradicciones e incertidumbres que llevamos en la mochila. «En algunos colegios, incluso, les tomaron la temperatura». Ese adverbio, perfectamente ubicado entre comas en un reportaje de hace cinco días de Diario de León, es el perfecto ejemplo de la nueva falsa seguridad que han intentado crear los que mandan para tranquilizar a los padres. Sin darse cuenta de que el efecto final conseguido es todo lo contrario. Las dudas que inundan los hogares son normales.

Lo que no es normal es la actitud del Gobierno, ni su capacidad de actuación, ni la pachorra con la que sobreviven a diario a costa del miedo de millares de familias españolas. Puede que los nenes más pequeños sean más fáciles de controlar y que las medidas de seguridad adoptadas en la educación infantil y primaria sean suficientes. Pero a los chavales de la ESO no les convalida. No, Sánchez, no. Ni el metro y medio de distancia ni los 25 alumnos por clase van a impedir que los adolescentes dejen de hacer manitas. Tampoco dejarán de juntarse a la salida o por las tardes, o aún más tarde para hacer botellón y pasarse los ‘cacharros’. La vuelta a los institutos es la misma bomba biológica que las caceroladas multitudinarias del mes de mayo, con el aliciente de los 15 años: esa edad en la que todos destacábamos por nuestra sabiduría, madurez y responsabilidad.

Por si fuera poco —lo que se viene—, hay que sumar a la inacción estatal la falta de profesorado. Es de vergüenza que no les hagan las pruebas pertinentes a todos los docentes, es tedioso que tampoco les aclaren las fechas de sus incorporaciones y es lamentable que se descarte la opción de retrasar el inicio del curso cuando la matemática grita desconsolada que no hay suficiente profesorado. Así no se hacen las cosas.

Honestamente, no acabo de entender por qué los profesores han acudido a sus puestos. Si te pones en su pellejo es más fácil liderar una insurrección del gremio que arriesgar tu vida por las prisas arrastradas de la ineficacia política y su consecuente gestión paupérrima. La improvisación en Educación no vale. Los cambios de criterios de última hora propuestos por la Junta de Castilla y León tampoco. Si las autoridades no son aptas para coordinarse y organizarse adecuadamente, los maestros deberían tomar las riendas, y las medidas oportunas: plantarse y esperar a que las personas responsables de solucionar el caos hagan su trabajo o diseñar por sí solos un protocolo certero para que el alumnado pueda regresar a los estudios sin mantener a sus familiares en un sin vivir.

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