Diario de León

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Las cifras son demoledoras. El paro juvenil en España roza el 44%. La tele saca a la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, hablando con todo tipo de trabajadores, y la esperanza de un cambio real se desvanece bajo la dialéctica. El argumentario queda reducido a «son temas en los que estamos trabajando en la Mesa de Diálogo Social». Mesa por el Futuro de León, Mesa de Reconstrucción Nacional, mesa de negociación con los sindicatos... El español de clase media y obrera no puede esperar a que los gobernantes y dirigentes se reúnan para debatir sobre cómo solucionar las deficiencias que presenta el Estado español en la creación de empleo. El ciudadano necesita trabajar para sobrevivir, y esa urgencia es inmediata: no puede quedar pendiente de reuniones que llegan a extenderse en el tiempo como si de una saga de La Guerra de las Galaxias se tratara. El pueblo, el pelotón de los currelas, quiere comer, para lo que necesita dinero, para lo que ha de ser contratado.

Si no es por los caballeros de la mesa cuadrada, o redonda, el retraso viene a través de una bolsa de trabajo. Por ejemplo, una cuya función consistía en recolocar a quienes comían de la mina, tras el cierre que Europa impuso en 2018 para las explotaciones no rentables. Dos años después, esa gran solución —mérito del Miteco, Ministerio para la Transición Ecológica— no ha generado ni una sola oportunidad laboral para los 193 ex trabajadores de las cuencas leonesas y palentinas. Casi doscientas familias a las que vendieron un futuro embustero, falaz, irreal. «Se han reído de nosotros a la cara, es una vergüenza», denuncian los afectados. Porque les garantizaron una puerta abierta en el sector de la restauración de espacios degradados por la actividad minera, y luego se olvidaron de abrirla. Sin embargo, el orgullo y el menester no les ha impedido reconvertirse, a falta de actuaciones reales por parte de la Administración, en camareros o conductores. Tampoco han descartado la opción de abandonar la tierra que les vio nacer, a sus familiares y seres queridos. Y mientras sorteaban las piedras del camino, aquellos que les estafaron con falsas promesas no han tenido ni la decencia ni la mísera preocupación de informarles de la cruda realidad.

La forma de arreglar los problemas en este país tiene un gran parecido con muchas de las relaciones sexuales de los españoles. Pongamos que el aparato gubernamental es el género femenino y los millones de parados del país ejercen el masculino. Este macho ibérico disfruta pensando que es un fuera de serie en la cama mientras la parienta sabe engañarle —en una encuesta personal el 60% de las mujeres ha confesado haber fingido alguna vez— noche tras noche. El asunto podría derivar en una Mesa por el Placer Femenino y, al final... Pues eso, el paisano seguiría sin enterarse de nada, el problema permanecería como el primer día y las mujeres no dejarían de fingir orgasmos.

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