Diario de León

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S i suelen ver el programa que dirige Ricardo Castella a la sombra del presentador más laureado de los últimos tiempos —con permiso de Andreu Buenafuente—, David Broncano, conocerán a Jorge Ponce. Su agradable descaro alcanzó el culmen cuando se presentó en la Caja Mágica subido en una cuádriga y acompañado por un elenco de niños que cantaban en tono coral «viva Ponce, semidios». Más quisiera Pablo Motos. Hace tres semanas se superó, imitando el sonido de una carrera deportiva propinando sutiles azotes al trasero de su ‘amigo Diego’, «El culo que hipnotizó a media España», podría titularse la escena.

El atrevimiento sumo de La Resistencia no es sino el reflejo del rasgo más característico —según un cuadro de taxonomía de las generaciones elaborado por La Vanguardia— de la generación Z: la irreverencia. Al igual que el humor negro de este late motiv, estrella para los nacidos entre 1994 y 2010, guarda una relación amable y educada con la sociedad a pesar de sus actitudes irreverentes, la desvergüenza se puede entender como algo positivo contra todo cliché. Un desafío intelectual al statu quo. 

Este es el argumento de la polémica campaña publicitaria que aterrizó en León la semana pasada y que reza «Éramos pocos y... cada vez kedamos menos», bajo la firma de A. Muñeco. El cartel, tintado de negro funeral y coronado por una cruz a modo de esquela, se puede leer en varios puntos neurálgicos de la capital. La juventud está contribuyendo a viralizarlo compartiéndolo en sus redes sociales. Lo esperado, cuando son ellos quienes más tienen que perder ante la decadencia que atormenta a la provincia desde Valladolid. Por supuesto que ya le habrá llegado al presidente de la Junta, objetivo directo de la empresa que ha lanzado este dardo en forma de publicidad. 

El estado de León en este determinado momento es digno de UCI, aunque ahora no tengan ni un hueco por la pandemia. El abandono administrativo y las consecuencias económicas de la covid han dejado el augurio más turbio de lo que se esperaba. La podredumbre que aguarda a esta tierra si la pasividad de los actores políticos continúa es tan real como el racismo, el clasismo y el machismo que perdura en el país. Y esto sí que debería entenderse como un valor negativo de la irreverencia. Porque la falta de respeto que ha sufrido el antiguo Reino, tanto desde el Gobierno central como el autonómico, durante los últimos 40 años ha colmado el vaso y el descontento de los leoneses. La campaña publicitara es el último grito de auxilio, de denuncia, que implora a la clase política actuar de una vez por todas para impedir esta crónica de una muerte anunciada. Ojalá que no les llegue la sabiduría cuando ya no sirva para nada y que este mensaje, por ampollas que pueda levantar, sacuda sus conciencias y espabile su voluntad. Si no, nada quedará salvo tierra sin pan.

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