Diario de León

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Hay que ser muy valiente, en televisión, para hacer periodismo serio. El poder es un veto contra el que nada pueden hacer las grandes cadenas, lleve el apellido que lleve. Aún con ello, algunos profesionales siguen empeñados en romper clichés y abordar de forma natural los nuevos tabúes —un lujo o una bravura producto de la ingente cantidad de pasta que se embolsa el grupo multimedia a costa de la cuota de audiencia que atesora el programa en cuestión—. Es el caso de la última entrega de uno de los mayores referentes televisivos del momento, por su sensatez y continua necesidad de renacer. Consagrado en los Ondas 2019 —Mejor programa de actualidad—, en esta ocasión se adentra en las cárceles españolas para coger el testigo de lo que en la década de 1990 hiciera El Loco, Jesús Quintero, en Cuerda de presos.

Sólo este tipo de emisiones informativas pueden hacer frente a la basura que ofrecen otras grandes productoras españolas que, más que del barrio, son de Italia. Vale, hay que diferenciar entre información y entretenimiento. Ahora, que llegue un amigo a decirte que el reality que ha revolucionado España se llama La isla de las tentaciones... Cojo aire.

Se trata de cinco parejas. Por un lado, trasladan a los novios a una isla, idílica y con todo tipo de lujos. Una vez allí, les llevan a diez mujeres, todo pibones, cuya única intervención es tentarles a ser infieles. Mismo objetivo con las cinco novias, que conviven con diez maromos tremendos en otro islote de ricos. Pregunta: «¿Y quién va ganando?». Respuesta: «Los tíos están aguantando, las tías han caído ya dos y están quedando como el culo». Lamentable. Más penoso todavía es que se emita dos veces por semana, ya que los jueves se repite para quiénes el martes se lo perdieron. El absurdo: el viernes hay debate sobre lo acontecido. La inteligencia de los participantes también es digna de admiración. Y las sólidas relaciones amorosas de los ‘protas’, que han nacido en Gran Hermano, First Dates, Mujeres, Hombres y BícepsBerzas... En resumen, 30 genios pasándolo de puta madre. El desconsuelo: siete millones y medio de españoles enganchados. Vale que os guste el morbo, pero tanto... «Ta’ feo», que diría Broncano. No quiero imaginar lo que mueve este negocio de las infidelidades que Mediaset se ha sacado de la chistera, pero sí quiero denunciar a los que contribuyen a su éxito nacional y a hacer de este país, día tras día, La península de los ignorantes. «En la tele se ha perdido el gusto, la sensibilidad y la vergüenza», contaba Quintero en exclusiva a Daniel Ramirez. «No creo que haya otro lugar en el mundo que haya aportado tanto talento con tan pocos kilómetros cuadrados», presumía El Loco. Parece que la lucidez se esconde ahora en las cavernas, mientras la mediocridad divierte a un público cada vez más soez, vil e inconsciente.

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