Diario de León

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Cuando se descuida uno en sus tareas, a poca repercusión que tenga lo que hace, le caen de todos los colores y puntos cardinales —a ciencia cierta y por lo que otorga la propia experiencia—. Colón clama porque el alcalde rompa su «silencio» y por un operativo traslado temporal, el Conde Luna entona los bises semestrales del hit de la década ‘Que no caiga una trapa más’, los feriantes recriminan la falta de atención, los fantasmas de Carrasco regresan con una deuda estratosférica y mucha mierda, y en León hace un calor asqueroso. Vamos, que no se puede estar aquí. Que es mejor marchar ahora con el buen tiempo que apagar las luces en invierno.

He desoído con desdén la crítica generalizada que la izquierda lleva digiriendo desde que empezó el confinamiento. Pero es que, mire a donde mire —norte, sur, este u oeste—, el sentido de las siglas que acompañan al Partido Socialista debe andar en la verbena esa del garito ese de la Plaza Mayor, sin mascarilla ni distancias de seguridad, sin sensatez ni razón de ser ni de existir. Porque el obrero español sí que se arrima a sorber el último trago de whisky mientras sujeta la barra, pero luego nadie le quita el madrugón para levantar el país, habiéndose acostado con la felicidad que arrastran las borracheras en las que se tiene la sensación de haber arreglado el mundo con palabras. En cambio la izquierda deambula por el antro sin saber si quiera qué beber o qué arreglar. Por desfachatez, la muy mamada ignora hasta qué decir. Esto acaba provocando el efecto sonotone y, claro, cualquiera se tapa las orejas. Al menos para dejar entrar los chascarrillos. O los rumores. Que entran por una y salen por la otra, como el rollito que se traen Pedro Sánchez y Pablo Iglesias: pasajero y lleno de incertidumbres. Desde que gobiernan parece importarles sólo las cifras. Las personas han dejado de existir y les vale más callar patrañas que afrontar la verdad con honestidad. Tampoco comprendo muy bien lo que sucede entre Cendón, Morán y Diez, que comparten equipo pero si tuvieran que competir en una regata a remo, la embarcación acabaría extraviada y llena de grietas junto a la orilla. Los tres achicando agua sería la primera ocasión en la que compartieran objetivo y dirección. ¿Unilateralidad o victoria? No señor. Algunos interpretan erróneamente la unidad como fracaso. Sin embargo es lo que exigen las situaciones más enrevesadas. Cuando una provincia, ya medio moribunda, tiene que combatir el hostión económico del Covid-19, ¿peleará a partir de un liderazgo sólido y capaz de apartar sus diferencias personales en pro del beneficio común, no? Si los que mandan en León visten la misma camiseta, tendrán que aprender a trabajar en conjunto y dejar de hacer el ridículo. Que bastante lo ha hecho ya el capitán y sus secuaces desde Moncloa.

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