Diario de León

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Nos ha quedado una España atrapada en cantones ideológicos. Nada nuevo para un país que sólo sabe convivir en la epopeya de la confrontación. Este es el lugar al que nos ha llevado la decisión de bloquear un acuerdo que habría dejado atrás las trincheras. Pensar que un partido liberal puede convertirse en mayoritario es una idea tan melancólica que podría resultar enternecedora... si no fuera porque nos han devuelto a los años treinta. Todos han perdido. Nosotros, también. La gran victoria es de la reacción — la de Madrid y la de los xenófobos del norte—, que ha sabido gestionar las emociones de los votantes para crear ficciones irracionales. No hace falta un hombre. Ahora, lo que necesitamos es una reforma constitucional que impida que volvamos a estar en manos de la sedición o de la ultraderecha. No hay sitio para la inocencia, no en esta época sin límites. Hemos fallado una vez más, como siempre, y para salir del ensimismamiento hay que cambiar una norma electoral hecha a la medida de los territorios y no de las personas. Thomas Jefferson dijo que las leyes son para los vivos. Por eso, esta regla, que nos sirvió para sobrevivir al franquismo pero que vuelve improductivos millones de votos mientras multiplica otros, debe ser modificada. Sólo así el pasado dejará de tutelarnos. Si el PP se enroca y no apoya al PSOE, le obligará a mirar hacia el este y el país nunca saldrá del bucle del bloqueo. España sigue presa de la dictadura porque somos incapaces de reconocer que el otro siempre acoge una parte de nosotros mismos. Es precisamente en este concepto sobre el que asienta el difícil equilibrio democrático y no en la imposición de la mayoría.  

Estamos en la pubertad del modelo parido por la Transición. Aún no sabemos en qué sistema político vivirán nuestros hijos, pero lo que ha dejado claro el 10N es que los procesos de ruptura serán cada vez más rápidos y nuestra responsabilidad, mayor. Veremos unas terceras elecciones, un fracaso político que, sin embargo, tendrá una vertiente positiva: puede que una mujer ponga razón en el debate.

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