Diario de León

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Dice Mario Amilivia que el leonesismo es un sentimiento que está por encima de las mociones. ¡Hombre, alcalde! Cualquier emoción está por encima de cualquier cosa, ya sabe eso de que no hay nada que pueda competir con la nostalgia y con León corremos el riesgo de que se convierta precisamente en eso, en pura melancolía del recuerdo. Así que las mociones que los concejales del PP, del PSOE, de CS, de IU, de Podemos y, por supuesto de la UPL, no paran de aprobar en cada ayuntamiento de la provincia no dejan de ser una entelequia, un acto administrativo que nada significa si lo comparamos con la eternidad de la tristeza que provoca saber que todo esto está a punto de diluirse entre los dedos. León, entonces, sería eso, humo en el cielo, espuma en el mar...

Pero la nostalgia es lo único que nos queda y la nostalgia no es hablar de la minería, un negocio que se creó, se mantuvo y se cerró para enriquecer a unos mientras se envenenaban los valles y se jugaba a cortar carreteras con rehenes a los que dejábamos sin el sueldo del mes. Cuando Piqué comenzó a cerrar las minas todos sabían que ese era el único camino posible. Las alaradas estaban programadas, el guión, estudiado y el final, trazado. Pero había que poner en marcha la gran astracanada que nos hiciera olvidar que el monocultivo del sector primario podría ser el maná para siempre.

Lo peor de la nostalgia es que crea monstruos, mentiras gigantescas que siguen cebándose para que la razón no logre hacerse un hueco. No, el leonesismo no es un sentimiento, igual que no lo es el hartazgo de Soria, el de Extremadura o el de Teruel. Es una ola, una que va cogiendo fuerza poco a poco a medida que la gente se olvida de las viejas nostalgias y se enfrenta a la realidad, a la única que tenemos.

Habrá elecciones y las habrá antes del mes de marzo. El sentimiento no da de comer, ni trabajo a nuestros hijos, ni posibilidades de alquilar los pisos que, poco a poco, se van quedando vacíos, como vuestros locales y vuestras tiendas. Pasad un día por Valladolid. Allí no hay sentimiento, sólo razones, las del dinero, que son las que alejan la nostalgia.

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