Diario de León

Catalanes en París

EL BAILE DEL AHORCADO | Ni la pobreza infantil, ni el derecho a la sanidad, ni la violencia contra las mujeres, ni los abusos contra los menores, ni la despoblación les importan nada a estos autoproclamados republicanos de izquierdas

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Acogía a pocos leoneses. Y eso, a pesar de que el administrador era de Laciana. La mayoría de los residentes eran catalanes. Se preguntarán la razón por la cual no solicitaron alojamiento en la Casa de Polonia o en la de Bélgica, que estaba muy cerquita, casi enfrente. No se alojaban en la institución creada por la República por convicción sino porque era —supongo que sigue siéndolo— la mejor residencia de la Ciudad Universitaria.

Me acordé de aquello el domingo, cuando la diputada de ERC le espetó al presidente que la gobernabilidad de España le importaba un comino. No hay nada más racista que ese comentario. Verbalizar que no te incumbe la gobernanza del país significa que no te sientes concernido por lo que les pase a millones de personas. Y todo por su lugar de nacimiento. Ni la pobreza infantil, ni el derecho a la sanidad, ni la violencia contra las mujeres, ni los abusos contra los menores, ni la despoblación les importan nada a estos autoproclamados republicanos de izquierdas que no son más que un grupo de supremacistas, seres tribales que adoran el tótem de la exclusión racista y cuyo tabú por todo lo español no es más que la expresión de sus complejos.

El Colegio de España en París fue una obra de la Institución Libre de Enseñanza basada en los principios krausistas de libertad, justicia y progreso cuyo ideal básico fue el uso de la enseñanza como arma para el cambio social.

Llegué al Colegio de España en 1997 y viví allí durante un año. Había madrileños, vascos, gallegos, andaluces, leonesas, pero sobre todo había catalanes que trataban de mostrar que eran diferentes al resto, es decir, superiores. Hablaban catalán entre ellos. Nada que alegar. No hay nada como el lenguaje de los afectos. El problema es que la mayoría se dirigían a nosotros en francés, y lo hacían para tirarnos el español a la cara. La violencia tiene muchas facetas y adoptar el papel de víctima cuando has tratado de forzar los derechos de todos es una de las más peligrosas. Escuchen de nuevo a la señora Bassa.

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