Diario de León

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El problema es que la visibilidad la tendrá el Consejo Comarcal del Bierzo. ¿Y el Bierzo? se preguntarán al otro lado del Manzanal. Un consejo: crean solo lo que han dicho. O, mejor, no, porque esto es un juego al divide y vencerás, que ¡total! para 300.000 euros más al año tampoco hacía falta que Ibáñez desembarcara con séquito en Ponferrada, que con eso apenas le dará a Courel para aprobar diez cargos, una miseria con el paro que arrastramos desde que la transición justa —pensar que los cambios son equilibrados supone tomar al respetable por tonto— arrasó la fe de los ciudadanos en la bondad de las administraciones.

«La Junta de Castilla y León está comprometida con esta comarca y se plasma con hechos, con realidades y con certidumbres», dijo ayer el consejero de Presidencia. Hechos: casi diez mil parados y lo que está por venir a la vuelta de diciembre. Realidades: la comarca ha perdido 6.000 habitantes en los últimos cuatro años. Certidumbres: ¿Cuál aparte de que no hay plan B para el desmantelamiento de Compostilla?

Todo una gran puesta en escena con la que acariciar el lomo de los socialistas bercianos, que así, piensan, mantendrán el poder con el que ampliar su estructura territorial, esa mezcla de prebendas y manejo del miedo que no es más que la puesta al día del caciquismo, el mismo con el que Primo dijo que acabaría antes de poner pies en polvorosa.

Así que, es verdad, tienen que creer sólo lo que han dicho, porque es ahí donde se encierra la verdadera intención de la administración autonómica. Es todo tan obsceno que ni siquiera hay que añadir elocuencia a la que ellos gastan; al loro: «Siete años de espera han merecido la pena si el resultado es positivo para el Consejo Comarcal», dijo ayer Gerardo Courel. Si, sí. Exacto. No para el Bierzo, sino para el lugar desde el que un virrey con cetro de cartón canta las loas a la metrópoli. ¿No lo entienden? Yo también, pero es que el mes que viene cumplo 50 y sé que si camina como un pato, grazna como pato y nada como pato entonces, es un pato, o una burla a los bercianos.

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