Diario de León

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Que se me ponga un tío con toda la barba delante y me diga que le llame Soledad porque ese día está en los ídem femeninos es una patada en los ovarios a todas las que tenemos que soportar que haya momentos en los que la naturaleza nos lo recuerda con ahínco. Ser mujer es tener útero y las circunstancias. Y en estas circunstacias puede estar la voluntad por un desfase biológico o de emociones, que no seré yo la que se meta en ese charco, pero no es una decisión. Si lo fuera, daría igual todo lo que he tenido que luchar contra mí misma y lo demás hasta haber llegado a este ahora. Yo soy yo, mujer y mis circunstancias y muchos de eso azares, buscados o no, ocurren por el simple hecho de no ser hombre. Que un barbudo diga que puede ser mujer a días y mantener el pene es mearse en el sufrimiento que padecen millones de personas por el simple hecho de nacer con vagina.

Soy mujer por muchas razones, entre ellas están que menstruo y que me han abierto la tripa en dos ocasiones, por todas las que insultan, desprecian, violan y asesinan. Hay una gran cicatriz que nunca deja de rasgarse. Soy mujer porque sé quiénes no lo son, porque veo defectos y valores en todo aquello que ahora parece estar proscrito: la dicotomía de género.

Hay una realidad natural y, desde que comenzamos a crearnos a nosotros mismos, una cultural. Pero ahora resurge una veleidad propia de las sociedades enfermas, la extravagancia del aburrimiento. Eso es lo que el movimiento trans nos pone delante para ocultar la fobia hacia el feminismo y es precisamente esa estrategia de borrado contra la que nos tenemos que levantar. La ley que Montero está a punto de presentar tendrá muchas más faltas que las meramente gramaticales a las que nos tiene acostumbrados. Yo soy mujer y no he tenido elección, tanto desde el punto de vista biológico como antropológico, así que que no me vengan ahora con que José Luis tiene días en los que se siente Soledad.

Soledad es también una imposición a las mujeres.

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