Diario de León

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Lo peor de la muerte es el momento anterior a la muerte. En  El Gatopardo,  Lampedusa narra el trance final del príncipe de Salina de manera tan certera que cuantos lo hayan leído coincidirán en que más que una descripción, la lectura se antoja como un recuerdo. En el caso de la novela italiana, todo se desenvuelve con calma, casi con dulzura: los sonidos que llegan de la calle, la respiración del moribundo, la espera de los hijos... la muerte, esa conciencia que nos acompaña hasta que nos suelta definitivamente la mano.

No es así en el caso de Ciudadanos. Le está costando demasiado despedirse, caminar en la senda de la agonía que reconocen pero que no admiten, tanto que dan ganas de pedir eutanasia para que no sigan sufriendo o, al menos, que hagan un poco menos el ridículo.

A Gemma Villarroel la convirtieron ayer en la enterradora del partido en Castilla y lo hacen al mismo tiempo en el que Ayuso da portazo a Begoña Villacís.

Lo que no se sabe, al menos de momento, será el lugar al que acuda el médico fondón, ya saben, Francisco Igea, para que el final sea lo más plácido posible. Me imagino que rezará para que a la coalición entre Vox y el PP le vaya muy bien, que sea «útil y eficaz», que a Mañueco no se le pase por la cabeza adelantar elecciones y poner fin para siempre a su idilio con la representación naranja en Valladolid.

Yo que él haría lo posible por ponerme el atuendo de Celestina, por lograr que el ayuntamiento entre las derechas no se corrompa, que no vaya a ser que Borja Semper continúe su escalada dialéctica y llegue un momento en el que Abascal mande parar. Ahora que ya no tiene tuiter, ni se dedica a ejercer la medicina privada para el mismo grupo al que relacionaron con el alcalde de Valladolid, Óscar Puente, y casi acaba con su carrera política,  Igea ya ha emprendido el vuelo hacía su puesto en la pública. Menos mal que el señor procurador era partidario de acabar con todo lo privado, que como buen político es una persona cabal. Pues eso, que vencido y desarmado el ejército ¿cuál era el color? ¡Ay Paco! la coherencia...

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