Diario de León

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Hay que inventar un lenguaje nuevo para una realidad que aún se gesta en el vientre del tiburón. No nos vale el que nos vendieron para un país en el que todo se daba por hecho. No podemos ‘volver’ a la ‘normalidad’. Volver, regresar, recuperar, retomar, restaurar... todos estos verbos están prohibidos a partir de ahora si lo que queremos es llegar a un pacto terminológico con el que la comunicación, y no el interés, se convierta en un objetivo cívico. No se puede regresar a un lugar inexistente, ni debemos pensar que esta vida que aún nos creemos se vaya a recuperar. El mundo en este presente que nos ciega aún con la película del pasado continuo, eliminará el prefijo, porque la (re)construcción sólo sería posible si esta cuarentena fuera un exilio de nosotros mismos.

¿Podremos (re)unirnos? ¿Creemos que en algún lugar de la incertidumbre en la que nos convertiremos habrá tiempo para (re)cobrar cosas a las que antes no dábamos valor? Respirar, por ejemplo.

Ahora que tratan de convertirnos en legión, sería buen momento para no olvidar que la (re)capitulación no es real, que el objetivo nunca se alcanza, aunque en estos últimos cuarenta años nos haya parecido que el progreso era posible sin la regresión.

Cambiemos las palabras o, mejor, comencemos a usarlas para la vocación hacia la que se dirigen y no como un simple disfraz tras el que ocultar el miedo a que la verdad nos estropee el espejismo. Hemos enmarañado el léxico porque no tenemos otra manera de enmascarar nuestra realidad. Por eso, es importante desechar el prefijo de palabras como retomar, como reinventar, como recapacitar porque el lugar al que nos dirigimos no nos permitirá la entrada a no ser que desechemos las denotaciones que nos trajeron hasta aquí.

En este paisaje poblado de telarañas, sería recomendable recordar que las palabras nada significan excepto las ideas que tiene en la mente quien las usa. No se dejen engañar. Vigilen las palabras.

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