Diario de León

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Gerardo Courel ordenó el sábado a una señora que se separara de él. Es lo que tiene no usar bragas, que te hacen llagas o, en este caso, pústulas. Iba el presidente en loor de multitudes durante la manifestación contra las eólicas cuando, de repente, divisó una bandera enemiga pisándole los talones o, al menos, eso debió pensar porque él y un amigo abordaron a la mujer que la portaba y la exigieron que se alejara de ellos.  ¡Vais, vais!  Dejando a un lado unos modales más que sospechosos, habría que preguntarle al señor del edificio Minero si lo que le falta es educación democrática.

No me gusta educar al que no sabe, que luego te cogen manía por hacerles un favor, pero me voy a arriesgar con el presidente del Consejo Comarcal del Bierzo. La bandera de León es una bandera oficial, como la del Bierzo. Yo, por ejemplo, no me siento representada por la de Castilla, pero si fuera presidenta como usted, no le pediría a una señora de Burgos que la quitara de mi vista, o de mi contramuslo, como era su caso.

No hay nada de malo en sentirse castellano, de verdad. Al final, a usted le paga quien le paga y tiene que hacer méritos para que la cosa no decaiga, pero verá, son precisamente los bercianos y los leoneses los que hacen que su cargo tenga alguna razón de ser.

Ya, ya sé que usted sería uno de los reconocidos por el Edicto de Augusto, pero no hace falta ser soberbio —¡ay , las bragas!— con una conciudadana que no hace sino reivindicar junto a usted que Trabadelo no se convierta en un infierno eólico.

Hay muchos señores en Bembibre, pero usted no está entre ellos. Primero, por faltar a su deber democrático — ¿es un representante político, de partido o de miserias?— y segundo por intimidar a una mujer. Esto antes no pasaba, pero es el problema de los  parvenus , que no saben si matan o espantan. La pregunta es si al secretario del PSOE, Javier Alfonso, le parecerá bien que uno de sus representantes le haga ascos a la bandera de León:  Silentium dat consensu.

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