Diario de León

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Fue uno de los magos de Hollywood. Se apuntó éxitos como Pulp Fiction, Shakespeare in Love, Cinema Paradiso, The Crying game … Harvey Wenstein hizo historia en el mundo del cine y ahora la suya se ha convertido en un hito. Él solo levantó una ola de indignación que puso en marcha el movimiento Me too. Mujeres de todas las edades denunciaron que habían sido víctimas del acoso sexual, del abuso y de la violación y ayer consiguieron que un tribunal le condenara por ello. Sí, es cierto que el jurado rechazó dos agresiones que le habrían llevado a pasar el resto de su vida en la cárcel, pero para un hombre que tuvo el mundo en sus manos y que hoy no es más que un perro vencido, la condena es peor que la muerte.

¿Recuerdan una película titulada Sexo, mentiras y cintas de video ? Barrió con todos los premios ese año y fue uno de los éxitos que convirtió a Wenstein en el gran tirano de Hollywood. Me he acordado hoy de la película por un diálogo que mantienen dos de sus protagonistas. Andy MacDowell le pregunta a James Spader si quiere seguir siendo ese hombre el resto de su vida. Su personaje no es un violador, como el ayer condenado. Graba a las mujeres hablando de sus relaciones íntimas, de lo que les gusta, de cómo disfrutan o de lo que aborrecen en la cama. Después se masturba mientras las escucha. Tiene, en suma, una relación vicaria con su propia vida, con su propio cuerpo, con su propio yo interior. Soderbergh coloca en el otro extremo al marido de MacDowell, un marichulo incapaz de empatizar, un títere para quien el sexo es dominación, para quien las mujeres no lo son hasta que se vuelven sumisas.

Si les unes a ambos, el resultado es Wenstein, porque el director de Miramax reúne en su patética personalidad los dos perfiles: es un cobarde incapaz de reconciliarse consigo mismo, pero también un gilipollas que se convierte en depredador para no reconocer su verdadera esencia: la de un perdedor que, sí, pasará el resto de su vida deseando haber muerto. Vamos, él sí que es el sexo débil.

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